viernes, 14 de junio de 2013

Viaje al centro de mi Universo


Hace unos días quedé formalmente divorciada. Yo inicié este camino por la Codependencia cuando descubrí mis vanos intentos por hacer que mi entonces esposo dejara su adicción al juego lo cual nunca logré porque obvio no dependía de mí. Finalmente salí de ese fatal círculo vicioso y quedé en libertad.

Apenas unas horas después de la firma final y de escuchar la sentencia, tomé un avión por primera vez en mi vida y escapé de la ciudad. Quería irme lejos y olvidar, dejar atrás mi dolor, mi pena... pero inevitablemente viajaron conmigo.

Llegué de madrugada a un paraíso tropical, venía totalmente abatida con el corazón hecho pedazos y el alma en girones. Si pudiera sangrar sería como una fuerte hemorragia por dentro. Mis lágrimas estuvieron sin parar casi todo el día, así que mis ojos lucían muy mal. Así llegué a ese destino, donde los amorosos brazos de una prima me recibieron junto con una sonrisa llena de comprensión.

Con su apoyo viajé hasta el otro lado del país, ella estaba ahí por trabajo, así que la vi poco. Esa noche lo único que anhelaba era una ducha, muchas pastillas y una cama donde dormir, donde desconectarme por fin del que sentí fue el día más largo y pesado de mi vida.

Luego de unas horas tratando de conciliar el sueño, el oír el mar me fue arrullando hasta que logré dormir. A la mañana siguiente, desperté cuando mi prima se arreglaba para salir a trabajar. Le pregunté que dónde estaba el mar y ella me señaló la ventana. 

Me levanté y al abrir las cortinas ante mis ojos estaba un verdadero edén, un inmenso color azul lo rodeaba todo, se veía la blanca playa y unas lujosas albercas desde el balcón, las olas se oían estremecedoras y el mar me llamaba a gritos.

Así que sin dudarlo salí a su encuentro, caminé horas en la playa. Me metí al mar y fue ahí donde primero que nada hice una "junta con Dios". Le dí las gracias por haberme llevado hasta ahí con bien, no podía creer que lo había hecho sola. Luego que antes ni siquiera era capaz de irme a tomar un café con una amiga sin que mi marido lo supiera. Me sentía muy mal si no le decía todos mis pasos. Claro por mi dependencia emocional. Y ahora, ni siquiera tengo a quien contarle nada, no tengo con quien charlar, ya no hay nadie a mi lado a quien le importe mi vida, mis sentimientos, mis planes, nada de mi.

Por eso escribo, para borrar. Escribo porque no tengo quien me escuche y tampoco quien me lea. Escribo para mi, para poder autoanalizarme y ver si logro algún avance, en un desesperado grito de ayuda propia porque no tengo a quien recurrir. 

Se me acabaron los recursos. No tengo amistades verdaderas. No tengo pareja. No quiero mortificar a mi familia. Así que heme aquí tragando mi propio veneno. El único que tengo esperanza que no me haya abandonado es Dios mismo, porque según los preceptos de la Iglesia soy su hija.

A veces tengo dudas de que aún Dios me haya abandonado, porque la tormenta en mi vida parece no terminar. Estuve en ese maravilloso lugar tan sólo un par de días. Crucé todo el país para estas 48 horas que me fueron de mucha utilidad. Dí gracias a Dios en todo momento, por el Sol, por el mar, por la brisa, por tanta belleza junta. Luego le di gracias por mi vida, que aunque no me gusta es mía.

Dí gracias por todo lo vivido, aunque no es fácil aceptar su voluntad. Aunque no me dio la oportunidad de tener un hijo. Aunque finalmente no pude sostener mi matrimonio. Yo amo a Dios, sólo a él lo puedo amar sin hacerle daño y sin hacérmelo a mí misma. 

Luego de mi junta con Dios, hice una junta conmigo misma... a pesar de que fue poco el tiempo, la mayor parte la pasé sola. Hice por lo tanto un viaje dentro de mí. Miré hacia mi interior tratando de comprender, de hablar conmigo como se habla con una amiga muy querida. Me aconsejé, me apapaché, me perdoné a mi misma por los errores que cometí para que mi matrimonio fracasara. Me perdoné por haber aguantado tantas humillaciones, por haber sido tan tonta y débil. Me perdoné por ser codependiente y por no encontrar el rumbo.

El viaje al centro de mi universo fue exitoso, hubo de todo... tiempo para meditar, para caminar mucho, para disfrutar del paisaje, para leer un maravilloso libro que se llama "El Camino a la Autodependencia" de Jorge Bucay. No pudo llegarme en mejor momento, lo vi en el aeropuerto y lo compré sin dudar y fue mi compañero de viaje, terminé la última página justo unos minutos antes de arribar a mi ciudad natal.

En ese libro comprendí más acerca de mi dependencia emocional. Sobre mi miedo al rechazo y al abandono. Sobre valorarme a mí misma y antes de ir por la vida "colgada" de alguien, debo sostenerme a mí. Tener bases sólidas y aprender a amar como un adulto y no como una niña caprichosa. Fue duro. Pero lo entendí. Sin embargo, sigo caminando y aprendiendo.

Este proceso no es de la noche a la mañana, ni por arte de magia. Administrar mis torrenciales emociones es un verdadero reto, porque soy muy intensa. Si estoy feliz,  me pongo eufórica, si estoy triste toco fondo. Quizá soy bipolar... sólo eso me faltaba para completar el cuadro de que cada día pierdo más la razón y no me hace ninguna gracia.

Pues el viaje a la hermosa playa terminó bien, llegué a casa y dormí como un bebé en mi cama prestada de sábanas nuevas y a la mañana siguiente vi a "Salvador", mi amigo que me ha apoyado en este proceso. En este intento de recuperación que por más que lucho nomás no logro sacar la cabeza de este agujero.

De verdad lo digo, de corazón creí que había llegado de nuevo a casa con fuerza renovada. Me sentía bien "chicha", poderosa, "la mamá de los pollitos", la "mera jefa" de mi existencia. Llegué con la convicción de que nada ni nadie nunca más me vulneraría, que estaba ya de dueña de mi mundo, de mi espacio, que sería fuerte ante todo... el gusto me duró muy poco.

Por la tarde, fui a mi antiguo hogar. La pequeña casita que tuve que abandonar a raíz de mi divorcio. Hace meses que no vivo ahí y mi pobrecita vivienda quedó solitaria y a la deriva. Siempre estaba cerrada, iba a visitarla un par de veces a la semana. A veces que quedaba a dormir ahí, disfrutando de Mi espacio personal.

Sin embargo, ayer al llegar a mi pequeño recinto de paz... la puerta estaba violada. Entré y me la habían casi vaciado. ¡Me robaron!

De por sí, en el reparto de bienes con mi ex marido no me había quedado gran cosa y ver mi hogar violentado otra vez, me hizo de nuevo caer en crisis. Ya hace años me habían robado en otra casa, pero entonces yo tenía marido, alguien que me apoyara pero hoy... esta vez, no fue así.

Hoy por primera vez me sentí más sola que nunca.

Al ver mi casa saqueada llamé de inmediato a mi padre y no lo encontré. Llamé a la Policía y entraba una grabadora. Llamé a mi madre y nada, mis hermanos no viven en la ciudad, de verdad ¡no sabía que hacer! ¡Tenía muchísimo miedo! me imaginaba que adentro aún había ladrones, que me harían daño.

Nadie, ni un familiar, nadie me contestaba el teléfono como cosa hecha adrede. En un intento desesperado llamé a "Salvador" pero tampoco me contestó. Entonces... me sentí más sola que nunca en la vida. Perdida, totalmente impotente, sola, vulnerable, desesperada, violentada... sola... ¡¡¡solaaaaa!!!

Salí y toqué las puertas de los vecinos y nadie me abría, nadie salió a ayudarme. Parecía un complot del destino. No sentía confianza como para llamarle a algún otro familiar o amigo, no quería oír un "te lo dije", un "ya ni modo", un "lo material no importa"... 

Finalmente luego de casi una hora de intentos encontré a mi padre, quien solidario como siempre vino en mi auxilio y finalmente se quedó custodiando mi pequeño hogar hasta que mañana a primera hora pueda conseguir un cerrajero o alguien que me arregle las puertas y ventanas rotas.

La poca pila que había agarrado en la playa... se me fue a ceros.

En este momento que escribo aún me siento muy triste, deprimida. Enojada de nuevo con la vida porque todo me pasa a mí. Porque sigo perdiendo. Sigo en picada... realmente creí que empezaría a ver la luz pero esto me dolió demasiado porque mi pequeño hogar lo construí yo con mi esfuerzo.

Todo lo ahí contenido lo compré yo con mi trabajo. Mi marido nunca aportó nada. Me robaron a mí... me arrancaron lo poco que me quedaba. Son cosas materiales dicen... pero eran ¡MIS COSAS!

Nuevamente toco fondo. Los libros y teorías dicen que no debo permitir que esto me afecte. Que debo controlarme, pero lo cierto es que ver mi vivienda casi vacía, ver todos mis cajones volteados, que se llevaron las poquitas joyas, mis zapatos, mis muebles y de pilón dejaron mi baño ¡¡¡súper sucio!!! ¡eso sí fue el colmo de la desfachatez y la burla! además de robarme usaron mi baño y lo dejaron ¡totalmente asqueroso! fue repugnante encontrar así mi hogar... donde alguna vez creía viviría feliz.

Esto ya fue el tiro de gracia.

Cuando creí que ya había salido el sol, cuando pensé que todo estaría bien por fin... de nuevo vuelve a llover. 

No sé como salir de esta interminable tormenta. Ayer que estuve en la playa me repetía una frase que leí por ahí que dice: "A veces quisiera ser como la roca de mar, que todos los días recibe golpes y ya no sufre... sólo resiste".

Eso quisiera ser yo ahora, tener un corazón de roca que sólo resista, que se curta y ya no me duela. 

Pero mientras, sigo aquí con mi estúpido corazón de pollo... sufriendo y llorando a mares como una idiota porque la vida me sigue dando de cachetadas donde más me duele.

Ya ni siento las heridas de tanto dolor. Tanta injusticia hacia mi persona. Ya no quiero victimizarme pero la vida no me ayuda. Estoy harta de todo esto que me sucede.

De verdad, quería escapar de todo y lo hice. Creí que divorciándome estaría bien y no fue así. 

Sin embargo, aquí estoy... sola. Esa es mi realidad. Hoy sí me dí contra la pared al sentirme tan vulnerable por el atraco a mi hogar y no tener a quien recurrir. Esta soledad empieza a lastimarme de verdad. 

Sólo me tengo a mí... pero no sé si conmigo tengo suficiente, tal vez no soy tan buena ni para mí misma.

La tormenta sigue... este viaje al interior de mi universo resulta cada vez más doloroso.

Ya no veo lo duro, sino lo tupido.

Ayer que vi salir el sol en la playa, creí que también había salido en mi vida.

Con tristeza veo que no es así... aún falta mucho para que vuelva a amanecer.

Soy Paty, codependiente en recuperación.




















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