sábado, 24 de agosto de 2013

¿Se me secó el corazón?


"Sin ti las emociones de hoy 
no son más que la piel muerta 
de las emociones de ayer"...

Pues sigo como anestesiada... tengo días envuelta en una avalancha de trabajo que no me deja pensar en casi nada que no sean mis compromisos laborales.

No conforme con tener un trabajo fijo de 8 horas (es un decir, porque me exigen disposición las 24 horas), tener un pequeño negocio on line que me requiere también una inversión de tiempo y creatividad... me atreví a dar el sí para impartir clases de redacción en una Universidad.

Lo que más me gusta es que cada vez más mis actividades giran en torno a escribir, que es lo que más amo. Vivir rodeada de letras, frases, ideas que aprendo de otros y transmito a través de los espacios donde me permiten publicar, cada día descubro más lo que me gusta escribir, sin embargo me sigo alejando de escribir para mi.

En este momento me encuentro agotada, es de madrugada pero necesito expresarme, sacar mi "veneno". 

Sigo sola. Mi mundo sigue lleno de trabajo pero ausente de afectos y de dolores.

Este estado emocional tan extraño me confunde. Este no sentir nada no me gusta. ¿Dónde están mis emociones? ¿A dónde se fue mi sentir? ¿Por qué ya no siento amor, rencor, tristeza, miedo, angustia, rabia... ni siquiera dolor?

¿Es acaso que se me secó el corazón? ¿de verdad se me terminaron las lágrimas? ¿A dónde se fue mi risa? Hace tanto tiempo que no escucho mis propias carcajadas tan peculiares por escandalosas... ¿qué apagó el brillo de mis ojos?

Me veo en el espejo y me veo distinta. Hasta siento que envejecí. Sigo bajando poquito a poco de peso y ni siquiera estoy a dieta, simplemente es porque trabajo demasiado, camino mucho porque sigo sin auto y como poco. 

La mayoría de las veces porque no me da tiempo para comer, otras porque se me olvida... no sé que sucede, no tengo hambre, ni antojos, ni ganas de comer nada. Sólo bebo mucha agua y ando de aquí para allá resolviendo pendientes o paso horas clavada tras el monitor escupiendo letras.

Ando como un zombie... ¿dónde quedó mi entusiasmo? ¿esas ganas de comerme al mundo? Las últimas semanas además del trabajo me di tiempo de salir, de conocer gente nueva pero aún así no pasa nada.

Me dejo llevar como hoja al viento, me invitan y si tengo tiempo voy. Estoy ahí, pero mi mente y mi corazón no están. No sé a donde se fueron. 

Por insistencia de una amiga hace días conocí a un primo suyo, es un ingeniero constructor de 45 años, es un buen hombre, igual de solitario que yo... igual de herido que yo. Salimos una vez, es guapo, educado, tranquilo... pero no sentí "click".

Aunque parece que él sí lo sintió porque me ha estado buscando para una cita, dice que le gusté mucho, que me admira, que le parezco muy inteligente, culta, fina... (dijo: ¿fina? jajjaa) 

La verdad no me he decidido a intentarlo, por ahora me ando escudando en mis múltiples ocupaciones. Me cae bien, pero no tengo ganas de iniciar nada con nadie. No creo que éste sea un buen momento. 

Desde que mi esposo se fue me siento un poco vacía. Algo de mi se fue con él. 

He seguido en la rehabilitación como codependiente. Me he dado el tiempo necesario para continuar, a pesar de mi trabajo, mi negocio y mis clases, hay un día a la semana que dedico una tarde entera para mi sesión. Para aprender más de los doce pasos y compartir.

A veces me cuesta por el cansancio, porque es la única tarde libre que tengo, pero me obligo a ir, le pongo voluntad porque todo es por mi bien.

Ahora no sé qué es esto que me envuelve. Nunca había conocido la paz emocional, la serenidad del espíritu y no sé si es esto lo que siento.

Lo que sé es que los días pasan muy rápido y la verdad no me siento feliz. Esta calma chicha ya se prolongó demasiado. Quisiera encontrar de nuevo la chispa, la emoción, la risa.

Pero no sólo reír por reír... quiero sonreír desde adentro.

Esa sonrisa que hace unos meses me brotó desde el alma. Esa que me hacía sentir una vibración interna, una cosquillita que me encendía un motor, una flama, una energía bien especial que me inundaba toda por dentro.

Esa que me movía a estar de buenas todo el día, esa que contrariaba a todos porque se supone que ¡me estaba divorciando! Mi cara toda sonrisa y mis ojos por demás brillantes no correspondían con el momento que estaba viviendo. 

Pero fue precisamente esa energía tan hermosa, ese brillo interno el que me permitió atravesar toda esa tormenta y salir victoriosa, esa inusitada fuerza y amor por mi misma no se ha ido. Me sigo queriendo, de hecho cada día me quiero más. Sigo enamorada de mi. 

Me gusta mucho cómo soy. Me siento de verdad muy orgullosa de mi. De mis logros, de mis alcances. De mi forma de ser, incluso de mi físico. 

Amo mi rostro porque es especial, es único, es bello, es armónico, tengo bellas facciones, con cejas muy definidas, ojos grandes y expresivos de una intensa mirada café oscuro y mis labios con todo y su eterna curvita hacia abajo, son lindos.

Hoy acepto mi cuerpo tal cual cómo es, porque ha resistido batallas muy duras y me tiene aún con vida. Y aunque es de talla grande, es bastante femenino, lleno de curvas y armonioso. Sí... me gusta.

Creo que voy avanzando en mi proceso de sanación emocional. Por lo menos se fue el intenso dolor que me partía por dentro. 

El sentir que extraño la compañía de mi ex y tener la fuerza de voluntad para no buscarlo por dignidad, por congruencia. Es un verdadero reto dominarme a mí misma y no dejarme llevar por la nostalgia.

Pero es un dolor extraño, suave... resignado. Como un suspiro incompleto. Como una zozobra. Un hueco en el estómago. En el alma.

Pero yo sigo preguntándome ¿qué me pasa? ¿dónde están mis emociones? ¿a dónde se fue mi corazón? ¿A dónde se fue mi risa? ¿Acaso se fueron con él?

Más que extrañarlo a él... extraño mucho la mujer que era cuando estaba a su lado en los primeros años, me sentía segura, feliz, tranquila, serena, ilusionada, divertida, entusiasmada... con chispa.

Quiero volver a ser esa mujer maravillosa y llena de fuerza interna y de luz que siempre resurge de las cenizas.

Hoy tengo que reestructurar esta nueva realidad de estar sola yo, conmigo. Esta verdad donde no tengo a nadie, sólo a mí.

Donde la responsabilidad de cuidar de mi persona recae única y exclusivamente en mí. Y no sólo vigilar mi salud, mi bienestar... también despertar de este letargo emocional en el que me estoy estacionando.

Seguiré buscando la forma de encender la chispa. No puedo seguir apagada. Clavada sólo en los libros y escribiendo. Evadiéndome de los demás para no dar explicaciones.

Recordar que debo trabajar para vivir... no vivir para trabajar.

Tengo que ver la manera de equilibrar las cosas porque si no moriré de cansancio... y de soledad.

Empieza a pesarme estar sola. Rodeada de mucha gente que me ama. Mis padres, mis amistades, mis compañeros del grupo de rehabilitación... pero no puedo evitar sentirme así... sola con un huecote en el alma, con el corazón seco.

Ya volverá la alegría, el regocijo por vivir. Mientras seguiré serena... navegando sin rumbo, sin dirección, sin planes... viviendo los días uno a la vez, sólo dejándome llevar.

Por fin le entregué las riendas a Dios y él me sigue sorprendiendo. La propuesta de dar clases era un sueño de hace años y llegó así, de la nada, sin buscarlo, sin pedirlo, sin esperarlo. 

Dejé ir con amor a los que amo y aunque los extraño me siento en paz porque hice lo correcto. Porque nunca más mendigaré cariño ni aceptación. Porque nunca más seré tapete de nadie... ni siquiera en nombre del amor.

Confiaré en Dios que en algún momento me dará motivos para que vuelva la sonrisa y el brillo de mis ojos.

Pondré mi voluntad desde hoy para disfrutar cada momento, cada persona, cada situación. Porque nada volverá. Todo es temporal y pasajero, lo bueno, lo malo.

No quiero esperar nada, la vida es hoy, cada instante. No es necesario que nadie esté junto a mí para disfrutar la vida.

No debo esperar a tener una pareja para sentirme completa y feliz. Yo estoy entera. No me falta nada... tengo salud, tengo un muy buen trabajo, tengo a mi familia, tengo amistades, ahora tengo alumnos, tengo clientes en mi negocito, tengo también lectores que me hacen el favor de regalarme su tiempo para atender mis escritos.

Mi vida es buena, dejaré de autosabotearme y de autovictimizarme. No pensaré más en lo que no tengo, en lo que me falta, en lo que ya se fue.

Doy gracias a Dios porque ya no hay dolor. Doy gracias porque me rodea el amor. Doy gracias porque he aprendido a amarme a mí misma. Doy gracias porque vivo, porque respiro, porque despierto, porque tengo un cerebro y un corazón que aunque ahora está como seco... sigue latiendo fuertemente.

Me concentraré en lo que tengo y en lo que vivo minuto a minuto, planeando sólo lo que debo por cuestiones laborales y lo demás lo dejaré igual en manos de Dios.

Nadie mejor que él para llevar el timón de este maltrecho barco que sigue a la deriva.

Me daré la oportunidad de aprender a disfrutar... sólo por hoy.

Soy Paty, codependiente en recuperación.
















jueves, 22 de agosto de 2013

Tiempo de reprogramar




LECTURA DE CODEPENDIENTES ANÓNIMOS

Tiempo de reprogramar


No pidas amor hasta que estés listo para estar sanado lo suficiente para dar amor y recibirlo.

No pidas alegría hasta que estés listo para sentir tu dolor y liberarlo, para que puedas sentir alegría.

No pidas el éxito hasta que estés listo para conquistar las conductas con las que lo sabotearías.

¿No sería bueno que pudiéramos imaginarnos que tenemos o nos hemos convertido –y luego que hemos recibido de inmediato- en aquello que queríamos? 

Podemos tener y ser todo lo bueno que queramos. Todo lo bueno es nuestro si lo pedimos. Pero primero se debe sembrar el campo, hacer un trabajo de preparación.

Un jardinero no plantaría las semillas a menos que la tierra estuviera adecuadamente preparada para cobijar y alimentar esas semillas. 

Plantarlas sería un esfuerzo desperdiciado. Sería para nosotros un esfuerzo desperdiciado tener lo que queremos antes de estar listos para ello.

Primero necesitamos hacernos conscientes de nuestro deseo o necesidad. ¡Esto puede no ser fácil! 

Muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a callar la voz interior de nuestros deseos y necesidades. 

A veces, la vida tiene que trabajar muy duro para captar nuestra atención.

Luego dejamos ir nuestra vieja "programación", las conductas y creencias que interfieren con fomentar y promover lo bueno. 

Muchos de nosotros tenemos fuertes programas de sabotaje, aprendidos desde la niñez, de los que necesitamos liberarnos. Podremos necesitar "actuar como si" durante un tiempo hasta que se vuelva realidad la creencia de que merecemos lo bueno.

Combinamos este proceso con mucho dejar ir, mientras nos está cambiando hasta la médula.

Hay una naturalidad en este proceso, pero puede ser intenso. Se lleva su tiempo.

Las cosas buenas son nuestras si las pedimos, si estamos dispuestos a participar en la labor de preparar el campo. 

Trabaja y espera.

Hoy, Dios mío, dame el valor para identificar el bien que quiero en mi vida y para pedirlo.

Dame también la fe y la energía que necesito para llevar a cabo la labor de preparación que debo hacer primero.



Soy Paty, codependiente en recuperación.

viernes, 16 de agosto de 2013

Desapeguémonos en las relaciones




LECTURA DE CODEPENDIENTES ANÓNIMOS

Agosto 16

Desapeguémonos en las relaciones


Cuando al principio nos vemos expuestos al concepto del desapego, muchos de nosotros lo encontramos objetable y cuestionable. 

Podemos pensar que desapegarse significa que a uno no le importan los demás. 

Podemos creer que al controlar, al preocuparnos, y al tratar de forzar las cosas a que sucedan, estamos demostrando cuánto nos importan.

Podemos creer que el controlar, el preocuparnos y el forzar las cosas, de alguna manera afectarán el resultado que deseamos. Controlar, preocuparse y forzar no funciona. 

Aunque tuviéramos razón, el controlar no funciona.  En algunos casos puede impedir de hecho, el resultado que esperamos.

A medida que practicamos el desapego con la gente en nuestra vida, empezamos lentamente a aprender la verdad. 

Desapegarse, y de preferencia desapegarse con amor, es una conducta en las relaciones que sí funciona .

También aprendemos algo más. El desapego -el dejar ir nuestra necesidad de controlar a la gente- mejora todas nuestras relaciones.

Le abre la puerta al mejor resultado posible. Reduce nuestro nivel de frustración y nos libera a nosotros mismos y a los demás para vivir en paz y armonía.

Desapegarse quiere decir que nos importamos nosotros mismos y que nos importan los demás. Nos libera para tomar las mejores decisiones posibles. Nos capacita para fijar los límites sanos que necesitamos establecer con la gente que amamos. 

Nos permite tener nuestros sentimientos, dejar de reaccionar e iniciar un posible curso de acción. Alienta a los demás a hacer lo mismo.

Le permite a nuestro Poder Superior entrar en escena y obrar.

Hoy confiaré en el proceso de desapegarme con amor. 

Entenderé que no solo estoy dejando ir; estoy dejando ir las cosas y dejando actuar a Dios.

Estoy amando a los demás, pero también me estoy amando a mí mismo.

lunes, 12 de agosto de 2013

Sin palabras


"El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos".
Miles Davis (1926-1991) 
Músico de jazz estadounidense.


Tengo varios días en silencio, aislada, en un estado de serenidad total sólo acompañada de mí misma.

Primero porque enfermé de mi garganta y quedé prácticamente muda pero el problema pasó y yo seguí callada. Siento que se me acabaron las ganas de hablar, ya no tengo palabras ni letras.

Me encuentro en un estado extraño. Estacionada. Como hoja al viento, sin rumbo. Viendo pasar los días en medio de la rutina, con el mismo trabajo de costumbre, generando textos oficiales y escribiendo para otros, pero no sé porqué me está costando escribir de nuevo para mi.

Durante estos días en varias ocasiones abrí el Blog, abrí entrada y al tener la hoja en blanco me quedaba la mente igual. Han pasado cosas que me han movido el alma pero me han dejado así... sin palabras.

Hace una semana se quitó la vida una conocida, muy jovencita. Dicen que por un amor no correspondido y me dolió saber que aún hay quien muere "por amor", cuando en realidad lo que sucede es falta de amor propio, cobardía por vivir, por sufrir, por seguir. 

Me dolió saberlo... me dolió entenderla... me dolió recordar que cuando perdí la esperanza de un hijo propio también quise escapar así.

Y llevo días en silencio casi total, me quedé afónica por una fuerte infección en mi garganta y mis bronquios, por los cambios de clima, exceso de sol.

El día que amanecí con fiebre y casi delirando me encontraba completamente sola, mis padres con quienes vivo desde que me divorcié, se habían ido a pasar unos días con mi hermano en otra ciudad y no tenía a nadie cerca.

Por primera vez me tocó atenderme sola, cuidar de mi mientras regresaban. Esos días no fui a trabajar y de pronto como de mi boca ya no salían palabras, mi mente también se fue quedando como en blanco... en absoluta paz.

Es como si me hubiera desconectado de todo y de todos, un vivir sin sentimientos de nada, es extraño. No siento dolor, ni amor, ni esperanza, ni pena, ni miedo... nada. Indiferencia total. No hay risa... ni llanto. Me siento hueca.

Me descubrí en ese estado de silencio absoluto, sólo mirando el techo, sin ganas de nada... sin elucubrar ni para bien, ni para mal. Sin ánimos de leer, de diseñar, ni de ver televisión, ni de escribir. Como muerta en vida. 

Me di cuenta también de que ya casi no sonrío, pero tampoco lloro... ya no me salen lágrimas, no sé en qué momento se me secó el corazón. 

Me pregunté a mí misma si entonces así sería de ahora en adelante mi vida... y no me gustó.

Estoy como en un extraño estado de trance en el que no sé qué decir, qué hacer, hacia dónde caminar, sin planes, sin ilusiones, sin esperanzas. Sólo dejándome llevar.

Por fin le solté a mi Dios las riendas de mi vida, pero ahora me asusta que no me siento dueña de mi. No tengo ánimos de nada. No siento estar deprimida porque no es tristeza lo que hay en mi corazón. Es un estado como de desesperanza, de vacío, de desgano.

A pesar de que ya recuperé mi voz no tengo ganas de hablar. Me ha dado por quedarme en cualquier sitio sólo contemplando el panorama, sintiendo la brisa fresca. Me he sorprendido a mí misma sentada junto a una ventana, simplemente viendo llover sin pensar en nada.

Sigo fluyendo, cuando tengo que trabajar lo hago en silencio y con la misma concentración y calidad de siempre, pero extrañamente en absoluto silencio, lo cual no es usual en mi.

¿Qué extraña paz me envuelve? ¿Qué es este sentimiento de todo y nada que me oprime el corazón? ¿Es miedo a intentar de nuevo? ¿pero intentar qué? ¿Será desilusión total? 

Ojalá pase pronto, esta paralización de emociones empieza a hacerse costumbre y no me agrada. No quiero que me envuelva la amargura, ni la tristeza, ni el exceso de calma... quiero que algo vuelva a tocarme el corazón.

He vivido toda mi vida en medio de muchos conflictos, y ahora de pronto ya no los hay y no sé qué hacer con tanta serenidad. Sé que esto es bueno, no quiero sufrir más... pero sí volver a gozar, sentir entusiasmo por vivir, salir, hablar, socializar, convivir como antes.

Sin darme cuenta me fui alejando de mi familia, de mis amigos, de mis libros, mi espacio de escritura y estoy como en medio de un prolongado paréntesis, una pausa que ya se alargó de más.

No pasa nada en mi vida, ni bueno ni malo. 

¿Así será de ahora en adelante?

No lo sé... Dios dirá.

Soy Paty, codependiente en recuperación.





jueves, 8 de agosto de 2013

La dependencia afectiva




La dependencia afectiva
Por Walter Riso


Depender de la persona que se ama es una manera de enterrarse en vida, un acto de automutilación psicológica donde el amor propio, el autorrespeto y la esencia de uno mismo son ofrendados y regalados irracional-mente. Cuando el apego está presente, entregarse, más que un acto de cariño desinteresado y generoso, es una forma de capitulación, una rendición guiada por el miedo con el fin de preservar lo bueno que ofrece la relación. Bajo el disfraz del amor romántico, la persona apegada comienza a sufrir una despersonalización lenta e implacable hasta convertirse en un anexo de la persona “amada”, un simple apéndice. Cuando la dependencia es mutua, el enredo es funesto y tragicómico: si uno estornuda, el otro se suena la nariz. O, en una descripción igualmente malsana: si uno tiene frío, el otro se pone el abrigo.

“Mi existencia no tiene sentido sin ella”, “Vivo por él y para él”, “Ella lo es todo para mí”, “Él es lo más importante de mi vida”, “No sé qué haría sin ella”, “Si él me faltara, me mataría”, “Te idolatro”, “Te necesito”, en fin, la lista de este tipo de expresiones y “declaraciones de amor” es interminable y bastante conocida. En más de una ocasión las hemos recitado, cantado bajo una ventana, escrito o, simplemente, han brotado sin pudor alguno de un corazón palpitante y deseoso de comunicar afecto. Pensamos que estas afirmaciones son muestras de amor, representaciones verdaderas y confiables del más puro e incondicional de los sentimientos. De manera contradictoria, la tradición ha pretendido inculcarnos un paradigma distorsionado y pesimista: el auténtico amor, irremediablemente, debe estar infectado de adicción. Un absoluto disparate. No importa cómo se quiera plantear, la obediencia debida, la adherencia y la subordinación que caracterizan al estilo dependiente no son lo más recomendable.
Cuatro interrogantes: ¿Eres capaz de pasar momentos sin tu pareja y disfrutarlos? ¿Sientes que tu vida no tiene mucho sentido sin la persona que amas? ¿El desapego es desamor? ¿Una relación dónde pierdas tu autonomía no es una forma de esclavitud socialmente aceptada?

TOMADO DEL BLOG OFICIAL DE WALTER RISO

sábado, 3 de agosto de 2013

Estar en medio





"Cuando lloras por las veces que intentaste
y tratas de olvidar las lágrimas que lloraste
solo tienes pena y tristeza 
el futuro incierto esperas
puedes tener paz en la tormenta..."

Ahora comprendo mi estado actual, así me siento. Como si estuviera en medio de un puente y no sé para donde caminar. Atrás de mi hay un pasado tormentoso, al frente no hay nada y me da miedo. A mis costados sólo hay vacío. Me siento como frenada, sin saber qué camino tomar. 

Estoy en calma pero con cierta angustia de no saber qué viene, efectivamente siento un vacío en mi corazón que no me sé explicar. Mi mano sigue suelta, vacía, no tengo de quien tomarme para caminar segura y eso me da ansiedad. 

Tengo que aprender a vivir así, sin la seguridad de una pareja, sin esa compañía. Sin tener esa esperanza, ese refuerzo. Me siento sola, no lo niego... más sola que nunca.

Hay en mi corazón serenidad, pero una tristeza que no puedo definir. Volvieron las lágrimas y el nudo en la garganta. Hoy vi apenas esta lectura de ayer del programa y me hizo reflexionar que igual que todo en la vida, este estado también será temporal.

Tendré paciencia y me abrazaré con uñas y dientes a la Oración de la Serenidad para mantenerme tranquila. Los días pasan pronto. Dios traerá para mi una respuesta sobre sus planes, tengo que aprender a esperar a que se haga su voluntad. 

Extraño mucho a quien creí había empezado a sanar mi corazón y tuve que dejar ir, he pensado mucho también en mi ex esposo, en lo bueno que teníamos. 

Tengo miedo que mi mente me engañe y cometer un error. Me cuesta mucho frenar lo que pienso, lo que siento. Pero el programa me ha ayudado a analizarme mejor y a darme cuenta cuando algo no esta bien y a ser más fuerte.

Mientras suspiro profundo y seguiré con mi vida habitual.

Dios... dame Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar las que sí puedo... y Sabiduría para reconocer la diferencia. 

Hágase tu voluntad y no la mía.

Soy Paty, codependiente en recuperación.

LECTURA DE CODEPENDIENTES EN RECUPERACIÓN

Agosto 2

Estar en medio

A veces, para ir desde donde estamos hasta donde estamos yendo, tenemos que estar dispuestos a estar a la mitad.

Una de las partes más duras de la recuperación es el concepto de dejar ir lo que es viejo y familiar, pero que no queremos, y estar dispuestos a quedarnos con las manos vacías mientras esperamos a que Dios las llene.

Esto se puede aplicar a los sentimientos. Podemos haber estado llenos de ira y de dolor. En cierta forma, estos sentimientos se han vuelto confortablemente familiares. 

Cuando por fin encaramos nuestra pena y nos despojamos de ella, podemos sentirnos vacíos un tiempo. Estamos en medio del dolor y de la alegría de la serenidad y de la aceptación.

Estar en medio se puede aplicar a las relaciones. Para prepararnos para las nuevas, primero necesitamos dejar ir las viejas. Esto puede ser atemorizante. Podemos sentirnos vacíos y perdidos durante un tiempo. Podemos sentirnos completamente solos, preguntándonos en qué estamos mal por haber dejado ir el proverbial pájaro en mano, cuando aún no hay nada en el arbusto.

Estar en medio se puede aplicar a muchas áreas de la vida y de la recuperación. Podemos estar entre dos empleos, carreras, hogares o metas. Podemos estar entre dos conductas mientras dejamos ir las viejas y aun no estamos seguros con qué las remplazaremos. Eso se pude aplicar a conductas que nos han protegido y nos han servido bien toda nuestra vida, tales como cuidar excesivamente a los demás o ser controladores.

Podemos experimentar muchos sentimientos cuando estamos en medio: brotes de pena por lo que hemos perdido o hemos dejado ir, y sentimientos de ansiedad, miedo y aprensión acerca de lo que viene. Estos son sentimientos normales cuando se está en medio. Acéptalos. Siéntelos. Libéralos.

Estar en medio no es divertido, pero es necesario. No durará para siempre. Podemos sentirnos como si estuviéramos parados, quietos, pero no es así. Estamos parados en un lugar que ésta en medio. Así es como llegamos desde aquí hasta allá. Este estado no es el destino final. Estamos yendo hacia delante, aunque ahora estemos en medio.

Hoy aceptaré el sitio en donde estoy como el lugar ideal para mí. Si estoy en medio lucharé por tener la fe en que este lugar no carece de un propósito y de que me está llevando hacia algo bueno.