"El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos".
Miles Davis (1926-1991)
Músico de jazz estadounidense.
Tengo varios días en silencio, aislada, en un estado de serenidad total sólo acompañada de mí misma.
Primero porque enfermé de mi garganta y quedé prácticamente muda pero el problema pasó y yo seguí callada. Siento que se me acabaron las ganas de hablar, ya no tengo palabras ni letras.
Me encuentro en un estado extraño. Estacionada. Como hoja al viento, sin rumbo. Viendo pasar los días en medio de la rutina, con el mismo trabajo de costumbre, generando textos oficiales y escribiendo para otros, pero no sé porqué me está costando escribir de nuevo para mi.
Durante estos días en varias ocasiones abrí el Blog, abrí entrada y al tener la hoja en blanco me quedaba la mente igual. Han pasado cosas que me han movido el alma pero me han dejado así... sin palabras.
Hace una semana se quitó la vida una conocida, muy jovencita. Dicen que por un amor no correspondido y me dolió saber que aún hay quien muere "por amor", cuando en realidad lo que sucede es falta de amor propio, cobardía por vivir, por sufrir, por seguir.
Me dolió saberlo... me dolió entenderla... me dolió recordar que cuando perdí la esperanza de un hijo propio también quise escapar así.
Y llevo días en silencio casi total, me quedé afónica por una fuerte infección en mi garganta y mis bronquios, por los cambios de clima, exceso de sol.
El día que amanecí con fiebre y casi delirando me encontraba completamente sola, mis padres con quienes vivo desde que me divorcié, se habían ido a pasar unos días con mi hermano en otra ciudad y no tenía a nadie cerca.
Por primera vez me tocó atenderme sola, cuidar de mi mientras regresaban. Esos días no fui a trabajar y de pronto como de mi boca ya no salían palabras, mi mente también se fue quedando como en blanco... en absoluta paz.
Es como si me hubiera desconectado de todo y de todos, un vivir sin sentimientos de nada, es extraño. No siento dolor, ni amor, ni esperanza, ni pena, ni miedo... nada. Indiferencia total. No hay risa... ni llanto. Me siento hueca.
Me descubrí en ese estado de silencio absoluto, sólo mirando el techo, sin ganas de nada... sin elucubrar ni para bien, ni para mal. Sin ánimos de leer, de diseñar, ni de ver televisión, ni de escribir. Como muerta en vida.
Me di cuenta también de que ya casi no sonrío, pero tampoco lloro... ya no me salen lágrimas, no sé en qué momento se me secó el corazón.
Me pregunté a mí misma si entonces así sería de ahora en adelante mi vida... y no me gustó.
Me di cuenta también de que ya casi no sonrío, pero tampoco lloro... ya no me salen lágrimas, no sé en qué momento se me secó el corazón.
Me pregunté a mí misma si entonces así sería de ahora en adelante mi vida... y no me gustó.
Estoy como en un extraño estado de trance en el que no sé qué decir, qué hacer, hacia dónde caminar, sin planes, sin ilusiones, sin esperanzas. Sólo dejándome llevar.
Por fin le solté a mi Dios las riendas de mi vida, pero ahora me asusta que no me siento dueña de mi. No tengo ánimos de nada. No siento estar deprimida porque no es tristeza lo que hay en mi corazón. Es un estado como de desesperanza, de vacío, de desgano.
A pesar de que ya recuperé mi voz no tengo ganas de hablar. Me ha dado por quedarme en cualquier sitio sólo contemplando el panorama, sintiendo la brisa fresca. Me he sorprendido a mí misma sentada junto a una ventana, simplemente viendo llover sin pensar en nada.
Sigo fluyendo, cuando tengo que trabajar lo hago en silencio y con la misma concentración y calidad de siempre, pero extrañamente en absoluto silencio, lo cual no es usual en mi.
¿Qué extraña paz me envuelve? ¿Qué es este sentimiento de todo y nada que me oprime el corazón? ¿Es miedo a intentar de nuevo? ¿pero intentar qué? ¿Será desilusión total?
Ojalá pase pronto, esta paralización de emociones empieza a hacerse costumbre y no me agrada. No quiero que me envuelva la amargura, ni la tristeza, ni el exceso de calma... quiero que algo vuelva a tocarme el corazón.
He vivido toda mi vida en medio de muchos conflictos, y ahora de pronto ya no los hay y no sé qué hacer con tanta serenidad. Sé que esto es bueno, no quiero sufrir más... pero sí volver a gozar, sentir entusiasmo por vivir, salir, hablar, socializar, convivir como antes.
Sin darme cuenta me fui alejando de mi familia, de mis amigos, de mis libros, mi espacio de escritura y estoy como en medio de un prolongado paréntesis, una pausa que ya se alargó de más.
No pasa nada en mi vida, ni bueno ni malo.
¿Así será de ahora en adelante?
No lo sé... Dios dirá.
Soy Paty, codependiente en recuperación.
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