domingo, 30 de junio de 2013

'Calma chicha'



"Un mar en calma nunca hizo experto a un marinero".

Hoy estuve vaciando fotografías de mi celular y me quedé muy sorprendida de todo lo que he hecho y vivido los últimos seis meses. 

Ha cambiado tanto mi vida en tan poco tiempo. Hace seis meses, a principios de año se fue mi ahora ex esposo e inicié esta aventura en solitario, donde primero me parecía una situación terrible el encontrarme sola.

Tenía tantos miedos, tantas culpas. Me sentía tan abandonada y con tanta vergüenza en mi corazón. No quería que nadie supiera todo lo que había en mi interior. Que nadie conociera mi historia de fondo, que nadie se enterara que todo me había salido mal, que mi matrimonio era una farsa.

Fueron meses completamente sola, sin nadie que me esperara, la cama se me hacía gigante, fría, vacía. Empecé entonces a vivir en silencio. 

Dejé de escuchar música porque todo me movía los sentimientos. Cualquier frase, cualquier canción me dolía. También apagué la televisión, no quería oír nada ni a nadie. Sólo me dediqué a trabajar y leer todo lo que no había leído en años.

En las noches dormía hasta altas horas porque sentía paz con tanto silencio acompañada sólo de cualquier libro o mi computadora.

De pronto, las mismas necesidades de trabajo me hicieron empezar a viajar, me dieron otro nombramiento y empecé a ir a juntas importantes, a tratar con gente de mucho nivel, me ha tocado entrevistar gente muy interesante. 

Al ver mis fotos me di cuenta de todo esto, la gente nueva que he conocido, los lugares que he visitado, las actividades en las que he participado. Y al ver mi rostro vi que poco a poco empecé de nuevo a sonreír.

Hoy me di cuenta que he enfrentado y vivido cosas que jamás imaginé hacer. Voy al cine sola, por primera vez en mi vida subí a un avión y viajé hasta el otro lado del país para ir a una playa sola, donde pasé unos días muy hermosos.

También he aprendido a disfrutar largas caminatas, hace justamente seis meses me quedé sin auto y aunque al principio tener que usar el transporte público era una calamidad hoy me parece algo natural que no me agobia en lo absoluto, además me gusta porque aprovecho ese tiempo para leer, siempre llevo algún libro conmigo.

Además aprendí a meditar cuando camino y conectarme conmigo, a disfrutar la brisa en mi cara, ver el paisaje, los rostros de la gente y me gusta ver como se transforman cuando les sonrío y saludo aunque no los conozca. 

Me agrada ver sus caras de sorpresa y como un gesto a veces de angustia se convierte en una ligera sonrisa tímida y me devuelven el saludo aunque no me conozcan, me gusta siempre dar gracias al conductor del transporte cuando llego a mi destino y ver cómo se sorprende porque no es común que los pasajeros agradezcan sus servicios.

Estoy haciendo un esfuerzo para caminar con la frente en alto, la espalda derecha y el estómago firme. Cuando tomo conciencia de mi postura siento que mi energía fluye y no me canso. Cuando de pronto mi espalda "repela" o me duele algo empiezo a repetirme en mi interior: "no pasa nada, yo soy salud"... y como por arte de magia, la molestia se va.

Aún me queda un largo camino para aprender a controlar mis emociones, a conocer el proceso de mi mente para poder dominarla pero con gusto veo que en seis meses cambió mucho mi vida.

Hoy soy una mujer libre, recién divorciada, reconciliándome conmigo, conociéndome, recordando qué me gusta, qué quiero para mi. Me doy todos los gustos que puedo, me voy de paseo a donde quiero, además me he hecho a mí misma muchos regalos, todos los que no me hice en años, me compré un buen perfume, bonita ropa, lindos zapatos y muchos libros que hoy por hoy es mi mayor placer.

También mirando atrás me doy cuenta que durante años me tocó vivir situaciones muy dolorosas, pero en tan sólo seis meses Dios me ha dado muchas recompensas que no imaginé.

Logré vender mi auto viejo, mi hermano me regaló una computadora, hace poco me gané una tablet, cambié de celular, recién me regalaron una bolsa que ni en sueños me habría yo comprado, por fin hice un viaje en avión y conocí la mejor playa de mi país y me hospedé en un hotel de lujo. 

Son cosas materiales, igual que las que he comprado sin embargo estas que enumero fueron verdaderas sorpresas  que me las dieron otros y me llegaron sin esperarlas, porque durante mucho tiempo sacrifiqué todo por otros y no había nada para mi.

Pero lo mejor de todo es la gente nueva que he conocido, han llegado verdaderos ángeles a mi vida, las personas que integran el grupo de Codependientes Anónimos al compartir sus historias tocan mi corazón sin saber y he aprendido mucho de cada uno de ellos. 

Además me he ganado la amistad de mujeres valiosas que aunque son muy distintas me han ido apoyando cada una a su manera, no somos un grupo, a todas las conozco por separado pero cada una hace aportaciones importantes para mi recuperación y me han demostrado mucho cariño.

Hoy valoro mucho a mi familia, mis hermanos, primos y tíos se han mantenido prudentemente a distancia de mi situación, me dejaron tomar mi decisión y la han respetado en todo momento, se han limitado a escucharme y externarme su incondicional apoyo.

Mis padres me arroparon de nuevo en su casa, me recibieron como si nunca me hubiera ido. Y aunque sigo sintiéndome ajena y extraña luego de 11 años de no vivir a su lado cada día ellos hacen esfuerzos para que me sienta en casa, respetan mucho mi espacio y siempre están ahí para escucharme y consolarme si es necesario.

Conocer a mi amigo "Salvador" ha sido lo mejor que me pasó en los últimos meses, fue como el brazo fuerte que me salvó cuando estaba a punto de tocar fondo. 

Su incondicional apoyo y paciencia han sido fundamentales para que yo tenga la fuerza para avanzar y estoy agradecida infinitamente por su presencia en mi vida. Dios me permita no seguir cometiendo errores y que la amistad entre nosotros siga creciendo para bien de los dos.

Hago este recuento de todo lo positivo porque es justo, porque descubrí que hoy me siento en paz. Hace meses decidí vivir en silencio porque no soportaba las canciones románticas ni las historias de la televisión. Hoy adopté el silencio como mi aliado.

Me gusta estar en silencio porque descubrí que me ayuda a conectarme conmigo. Disfruto mucho los sonidos del amanecer, oír los pájaros y cuando el mundo empieza a moverse. Durante muchos años trabajé de noche, por lo que era completamente ajena a los amaneceres.

Hoy con el cambio de trabajo me levanto junto con el sol y me tomo unos minutos para escuchar, para dar gracias por vivir, para oír como pasa la gente por la calle. Me gusta salir temprano de casa y caminar hasta la parada del bus mientras siento la brisa fresca en mi cabello.

Disfruto de verdad el silencio, los sonidos naturales, sin televisión, sin radio, sin nada. De vez en cuando conecto mis audífonos y escucho un poco de música suave. En mi trabajo prefiero poner música para concentrarme y meditar, me siento tan en paz.

Eso es lo que he descubierto hoy por hoy en el silencio encontré la calma. Dejé de escuchar el exterior y empecé a escucharme a mí misma. A conocer mis sentimientos, mis emociones, a reparar los daños.

Hoy siento como si mi tormenta ya pasó. Siento como dijo el admirado Mario Benedetti... una "calma chicha", que según la definición del diccionario, esto es cuando el mar está en completa quietud.

Así me siento sólo por hoy, en "calma chicha". Ya no hay viento fuerte que altere mis aguas. No quiero buscar problemas donde no los hay. 

Gracias a Dios tengo un buen trabajo que haré todo lo posible por conservar, tengo salud, cuento con mi familia, aunque mis amigos verdaderos no son muchos he recibido mucho apoyo y comprensión y eso me da tranquilidad.

No quiero pensar más en lo que no tengo, en lo que perdí, en lo que no tendré. Le pido a Dios cada día en mi oración que me de Serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, Valor para cambiar lo que sí puedo... y Sabiduría para conocer la diferencia. Este es mi manual, mi plan de vuelo.

Caminar sin esperar nada, ni bueno, ni malo. Aprender a vivir sin apegos. Avanzar con quien quiera acompañarme, disfrutar de quienes quieran estar cerca y dejar ir con amor a quien deba marcharse.

Estoy cansada de sufrir. Ya fue suficiente. No quiero seguir concentrada en mis penas, en mi dolor, en mis tropiezos. Sólo por hoy quiero vivir sin miedo, vivir los días así... uno a la vez y agradecer por el simple hecho de despertar.

En mi recuento me sorprendí de que hoy es el mañana que ayer tanto temía. Y es mejor de lo que jamás esperé. 

Aún hay cosas que me duelen. Sigo siendo codependiente pero cada día comprendo más mi problema y sigo luchando por mejorar, por sanar mis heridas, por no tomarme a mí misma tan en serio ni analizar tanto las reacciones de otros hacia mí.

La enfermedad del alma que padezco a veces hace que crea que el mundo es una confabulación en mi contra, pero no es así. Sólo son circunstancias que me tocó vivir. Lecciones que Dios me dio a mí o que le quiso dar a otros a través de mi.

Al volver la vista atrás veo mis huellas y el camino andado y me siento orgullosa de mi misma. Porque aunque el sendero hacia mi recuperación ha sido muy oscuro y doloroso y me he caído y vuelto a comenzar muchas veces, no me he detenido.

He seguido con valor, sin echarme para atrás. No he faltado a mis reuniones de Code para aprender los 12 pasos del programa de recuperación, he devorado libros sobre dependencia emocional, apego y desapego, autoestima y superación.

Me falta aprender más de metafísica y meditación, pero ya estoy en ello, buscando textos para comprender mi mente y  entender porqué actúo así y cómo controlar mi ansiedad, mis miedos, mis emociones y no que ellos me controlen a mi.

Quizá mañana estaré de nuevo llorando, dándome de topes en la pared por algún otro error o tendré alguna recaída, pero sólo por hoy disfruto mi calma chicha... siento que mi tormenta ya pasó.

Es bastante probable que en el viaje haya de nuevo alguna otra tempestad, pero como la frase que incluí aquí al principio que dice: "Un mar en calma nunca hizo experto a un marinero", así yo aprenderé a timonear y no dejaré que se hunda mi barco y si sucede pues aprenderé a naufragar.

Gracias Dios mío por esta paz que hoy siento en mi corazón.

Soy Paty, codependiente en recuperación.











viernes, 28 de junio de 2013

Apego & desapego



"...Por donde vayas iré,
con una venda en los ojos, 
lo que decidas haré...
El amor cuando es verdad
es uno solo...".

En estos días en los que he tratado de mantenerme ecuánime y firme en mi propósito de alejarme del nuevo objetivo que mi Codependencia eligió para sobrevivir, me he dado a la tarea de leer y escuchar entrevistas sobre el Apego Emocional para tratar de entender lo que es justamente mi problema.

Ya detecté que esta ansiedad se me dispara exclusivamente hacia la persona que me interesa como pareja, porque no tengo apego exagerado a la familia, ni a los amigos, ni al trabajo... con todos mantengo una sana distancia y fluyo generalmente sola en todos los aspectos sin ningún problema... me altero, me transformo en dependiente sólo cuando siento que estoy digamos "enamorada".

Hay un autor bastante bueno en el tema, se llama Walter Riso, especialista en dependencia emocional, apego, desapego y relaciones de pareja. Este argentino ha escrito varios libros al respecto, al escuchar algunas de sus entrevistas y leer algunos de sus interesantes textos reflexioné en algunos puntos y tomé algunas notas que compartiré en este espacio:

Apego: Es la incapacidad de renunciar a una fuente de placer o seguridad. Es una sensación de necesidad insaciable, un vínculo que se establece con una persona, situación u objeto que si no se tiene a disposición, el apegado siente que su vida se acaba o no tiene el mismo valor porque ese objetivo le da seguridad. El apego se vuelve una obsesión que puede provocar una adicción que a la vez causa sumisión y el apegado pierde el control de sus emociones y valores.

Desapego: El desapego NO es indiferencia, NO es apatía, es una NO posesión. Es la capacidad de manejar mi tiempo libre, la capacidad de NO pensar en función tuya, es la idea que NO somos uno, NO hay simbiosis, somos dos personas distintas que estamos unidos en esto que llamamos amor, tenemos proyectos comunes, puedo sentir tu dolor y tu alegría.

Dice el autor que para amar sanamente a una persona ya sea como amigo, pareja o familiar al que estamos totalmente apegados debemos NO necesitarlo... sino preferirlo. 

Es pensar: "Soy independiente de ti, tenemos diferencias, no soy tuya ni eres mio. Tenemos gustos compartidos, hay un espacio vital donde convivimos y tú no me haces daño ni yo te lo hago a ti, tú me refuerzas y yo doy refuerzos, nos amamos sin juzgarnos".

"Si tu felicidad implica mi felicidad y yo debo existir sólo para ti y tú para mi, ahí se da un canibalismo afectivo, porque se difumina mi personalidad y también la tuya".

Lo que se opone al amor no es el odio, es la indiferencia, cuando no me duele tu dolor ni me alegra tu alegría, entonces no hay un vínculo afectivo y lo mejor es alejarse.

El apego es una cuestión de pasión obsesiva, desesperada, alocada, siempre quiere más, nunca se satisface. El desapego se frena a tiempo, tiene autocontrol, maneja la abstinencia sin ansiedades, es una pasión armoniosa, el desapegado disfruta, no compite, no está preocupado. 

Tanto el apegado y desapegado quieren llegar a la misma meta, amar al otro... pero uno disfruta del viaje y lo toma lento, sin prisas, poco a poco... mientras que el otro desespera por llegar y arma toda clase de argucias para acelerar la llegada.

Cuando te apegas a alguien y no consigues que tu objetivo ceda caes en depresión, te invaden sentimientos de culpa, frustración, tristeza, desgano, miedo irracional... no hay tolerancia a la distancia, ni al tiempo.

Al leer todo esto comprendo un poco mis reacciones, entiendo que debo aprender a amar a quien sea mi pareja de la misma forma que amo a mis amigos y familiares, sin apego. Con la tranquilidad de que aunque no estén cerca de mí están bien, me aman y no se olvidan de mi existencia. 

Debo amar con respeto, sin exagerada necesidad, con la serenidad de que nos amamos a pesar de la distancia y el tiempo, que cuando el encuentro vuelva a darse, el amor estará intacto.

Una persona libre, con el corazón sin cadenas, debe aprender a amar aceptando que todo puede pasar, que puedes perder, que nada ni nadie es para siempre. Que si un día ya no cuento con el objetivo de mi apego tendré fortaleza y estaré preparada para la pérdida, aceptar que aunque me duela... la vida sigue y no tiene porqué ser tormentosa.

La dependencia emocional es el miedo a la pérdida. Si pierdo algo o a alguien no me voy a morir. Debo aprender a perder con madurez. 

Viajar solo es bueno. Hay que disfrutar del viaje de la vida porque llegamos solos, de vez en cuando es excelente encontrar compañeros de ruta con quien compartir tramos y disfrutar al máximo ese lapso de tiempo sin apegos y aprender a dejar ir cuando llegue el momento de despedirse.

Es indispensable aceptar la derrota, las pérdidas. Si pierdo mi trabajo, mi talento se irá conmigo. Si pierdo mi pareja... siempre habrá otras opciones. Entender que mi pareja es una parte importante de mi vida... pero no es lo único.

El poder en una relación siempre lo tendrá quien tiene menos apego, el que necesita menos al otro. Debo prescindir de ti más fácil que tú de mi. Y si sé que alguien no me quiere pues mejor no pierdo mi tiempo.

Cuando estas en una relación en la que no te corresponden como quisieras o no te respetan, pero sigues ahí aferrado pese a todo tipo de desaires, esperando un milagro de una resurrección imposible... entonces pasaste los límites del amor razonable e inteligente.

La felicidad personal requiere tres cosas:
Pasiones: comer, dormir, beber, ejercer la sexualidad.
Gratificación: trabajar mis virtudes y mi espiritualidad.
Sentido: tener una misión en la vida, participar en algo, trabajar.

Todos tenemos valores no negociables. No puedes perder tu autonomía en nombre del amor. Siempre debes ser tú mismo, no amar al otro por encima de ti mismo. Tampoco renunciar a tu autorealización ni pedirle al otro que se sacrifique de ninguna manera por ti.

La construcción del amor no termina nunca, se trata de amar de manera libre sin esperar a que el otro llene mis vacíos ni para que me complemente, es para que compartamos con respeto y alegría momentos juntos, donde nos reforcemos emocionalmente uno al otro sin criticarnos, sin exigirnos cambios de personalidad, sin lastimarnos con palabras o acciones. Podemos sugerirnos, aconsejarnos, solicitar con amor tiempo o espacio para convivir, opinar con respeto sobre la vida del otro... pero nunca imponernos.

Cada uno debe tener sus valores, si el valor principal de tu objetivo de apego es la autonomía, entre más lo persigas... más se aleja. Entre más respetes su tiempo y su espacio más cerca querrá estar de ti. 

Se trata de caminar de la mano pero cada quien en su carril, sin meterse uno en el camino del otro, hacer puntos de cruce y caminar otros tramos cada quien por su lado y volverse a unir con la misma alegría de la última vez.

En el amor saludable de una pareja lo primero es conservar un Eros activo, fantasioso, compartido, permitirse el deseo sin temor, con la entrega y alegría sólo por el hecho de saber que el otro existe y siente amor y deseo por mi, la pareja saludable no dice "te amo", dice... "te estoy amando" porque es un proceso que se construye día a día. 

El amor es convivencia, atención, detalles, apoyo mutuo, cuidados pero sin apegos. Hay que saber manejar los silencios y los espacios.

Ahora bien, el que se dé una relación de amor en desapego, no significa que no haya compromisos, respeto, lealtad, fidelidad, comunicación, refuerzo, todo eso se da por hecho desde el momento mismo que dos personas deciden por mutuo acuerdo y atracción tomarse de la mano y construir juntos una relación de pareja.

Tampoco significa no verse, ni tocarse o dejar los encuentros para de vez en cuando. Pueden verse o saber uno del otro a diario, pueden incluso vivir juntos o vivir separados por muchos kilómetros pero sentirse unidos, con la confianza y seguridad de sentirse amados el uno por el otro aún en la ausencia, pero también esforzarse por buscar los espacios en común para la sana convivencia y sobre todo para la intimidad.

Si ya tienes una pareja y caíste del otro lado del amor, es decir en el exceso del desapego emocional, ten cuidado, se entra al desamor de forma lenta a través de la indiferencia. 

Se trata de encontrar el justo equilibrio, mantener la atención y sobre todo la comunicación para evitar malos entendidos. Si tu pareja se queja de que no la tocas, la rechazas, no la acaricias, entonces debes escuchar la alarma y si amas, entonces dar el refuerzo y tiempo necesario para conservar una sana relación.

El objetivo es ser dos almas anudadas con ternura, sin excesivos apegos ni desapegos. Compartir los momentos, los proyectos, las charlas, los espacios, los silencios. Disfrutar de la sexualidad sin miedos, sin culpas, con la confianza de gozar el uno del otro. Decir: no te necesito... pero te prefiero.

Para eso, antes que nada, hay que aprender a conectarse con uno mismo, aprender a controlar las emociones, conocer los procesos de la mente, reconciliarnos con nosotros mismos, cerrar círculos, sanar el niño interior, reforzar mi espiritualidad, mi relación con mi Poder Superior.

Todo esto que aprendí estos días me ayudó a comprender como amar sin asfixiar. Entender que estar enamorado es sólo una bella fantasía temporal, que el amor verdadero se vive sin cadenas, sin vendas en los ojos, sin temor a perder, con la convicción de que contigo o sin ti... la vida sigue.

Una cosa es participar en el juego del amor, otra es querer pertenecerte y que me pertenezcas, adueñarme de ti o que te aproveches de mi, el amor sano es libertad, es confianza total antes que en el otro, en mi mismo.

Alegrarse sólo porque el otro existe, porque nos amamos a pesar de la distancia o el tiempo.

Empiezo a comprender, ahora seguiré trabajando en mi apego. Seré fuerte para no buscar, no llamar, no presionar, aprender a esperar con la serenidad de que si no vuelve... el "show" debe continuar.

Él me ha dicho repetidas veces: "no quiero ser tu muleta, no quiero ser tu remo, quiero que conmigo o sin mi, tú siempre sepas cómo avanzar".

Veo la luz de nuevo... iré hacia ella, ojalá en el camino te vuelva a encontrar.

Soy Paty, codependiente en recuperación.

"Cuando el amor toca a la puerta, entrará como una tromba. No podrás dejar afuera lo malo y recibir sólo lo bueno. Si piensas que amar sólo es felicidad, equivocaste el camino". 
Walter Riso, escritor argentino.


miércoles, 26 de junio de 2013

Marioneta rota




"... Y soy en verdad una marioneta
que tiene careta de felicidad
que sale a la escena
con el alma muerta
pero tiene oficio
de saber cantar".

Cuando creo que por fin empiezo a ver la luz y que estoy avanzando para salir del profundo pozo de mi codependencia es cuando algo sucede y vuelvo a caer hasta el fondo.

Es sentir de nuevo esa sensación de vacío. Ese vértigo e incertidumbre de que entrará más dolor, ese volver a comenzar una y otra vez, más cansado, más vapuleado, más roto por dentro.

En un afán de encontrar alivio a tantos golpes emocionales huí de nuevo de la ciudad, esta vez a un hermoso pueblo cercano donde vive un amigo que amablemente me abrió las puertas de su hogar y me dejó refugiarme ahí a descansar, a tomar un respiro, lamer mis heridas y tomarme un tiempo sólo para mi libro y para mi.

Entre las pocas charlas que pude tener con mi amigo que es como un espejo que siempre me está analizando y no siempre me gusta el reflejo... porque es muy duro, a veces quisiera que me proyectara algo más positivo y no sólo mi enfermedad emocional.

Sé que él esta pendiente de mi, pero a veces siento que ya no ve más allá de mi que mi codependencia, que se le olvida que también tengo cosas buenas y que también me gustaría oírlas para fortalecerme... pero no lo hace porque eso sería alimentar mi problema porque eso sería un refuerzo y ahí está la contrariedad y complejidad de esto, que aunque es justo lo que me hace sentir bien, que es como mi medicina... es también mi veneno.

Aunque sus palabras son sinceras duelen... duelen mucho. Ese día me dijo: "Lo que pasa es que tú no puedes vivir sin alguien que te mueva los hilos".

Cuando lo escuché sentí como si una espada atravesara mi alma de lado a lado, como si me hubieran cortado la cabeza, como si me hubieran aplastado de un golpe como a una cucaracha. Me hizo contener por instantes la respiración... fue duro y directo.

Me imaginé a mi misma como una marioneta rota, ahí tirada, con los hilos colgando... sin alma, sin vida, sin corazón, me quedé muda unos instantes. 

Eso es justo en lo que nos convertimos los codependientes, en marionetas de alguien más. Y cuando ese alguien ya no está nos quedamos ahí, inertes sin saber qué hacer.

Y fue en ese momento que me sentí caer de nuevo al vacío. Vino a la boca de mi estómago ese vértigo que sientes cuando caes. Sentí el golpe en el alma. Y ahora sigo aquí debajo, otra vez a oscuras, buscando de nuevo las herramientas y respirando lento para tomar fuerzas.

Estuve viendo algunos videos y entrevistas de expertos que hablan sobre dependencia emocional y entendí que debo alejarme. Me declaro impotente para controlarme a mi misma, a mis deseos, a mis emociones, no puedo, de verdad... no sé como comportarme.

Me siento muy avergonzada de mis errores, de no saber manejar mi vida, de no saber cómo mover mis propios hilos, de no tener fuerza para levantar mi cabeza para ver la luz.

Sin embargo, a pesar de todo he tenido dos días llenos de paz. He leído mucho y me concentré en mi trabajo como nunca, avancé en unas horas lo que no había hecho en semanas. 

Volví a este espacio donde creí que no tenía más qué decir, creí agotada mi inspiración, a este rincón donde ni siquiera tengo lectores, ya que al creerlo mi compañero en esto sólo con él lo había compartido pero creo que no tiene tiempo o interés en leer mis reflexiones.

Hoy fui a mi reunión de Codependientes Anónimos y compartí que no tengo "madrina" y que quizá la necesite, que "autoamadrinarme" no me está resultando. 

Según el libro que leí este fin de semana de Jorge Bucay, "El Camino del Encuentro", para que una relación de dos personas funcione, debe haber una mesa de tres patas que la sostengan, que son el afecto, la confianza y la atracción.

Para tener una pareja debo tomarlo con calma... sé que soy una buena mujer y merezco tiempo, espacio, atención, cortejo, detalles, compañía... exactamente lo mismo que yo estoy dispuesta a dar, aunque aún no sepa cómo hacerlo sin hacerme daño. 

Por ahora, como no tengo quien me lo dé, pues no queda más que ser buena conmigo y seguir mi camino por conocerme y aprender a quererme. El camino cada vez me resulta más largo y sigue pintando a que es un sendero muy solitario.


Soy Paty, codependiente en recuperación.






viernes, 14 de junio de 2013

Viaje al centro de mi Universo


Hace unos días quedé formalmente divorciada. Yo inicié este camino por la Codependencia cuando descubrí mis vanos intentos por hacer que mi entonces esposo dejara su adicción al juego lo cual nunca logré porque obvio no dependía de mí. Finalmente salí de ese fatal círculo vicioso y quedé en libertad.

Apenas unas horas después de la firma final y de escuchar la sentencia, tomé un avión por primera vez en mi vida y escapé de la ciudad. Quería irme lejos y olvidar, dejar atrás mi dolor, mi pena... pero inevitablemente viajaron conmigo.

Llegué de madrugada a un paraíso tropical, venía totalmente abatida con el corazón hecho pedazos y el alma en girones. Si pudiera sangrar sería como una fuerte hemorragia por dentro. Mis lágrimas estuvieron sin parar casi todo el día, así que mis ojos lucían muy mal. Así llegué a ese destino, donde los amorosos brazos de una prima me recibieron junto con una sonrisa llena de comprensión.

Con su apoyo viajé hasta el otro lado del país, ella estaba ahí por trabajo, así que la vi poco. Esa noche lo único que anhelaba era una ducha, muchas pastillas y una cama donde dormir, donde desconectarme por fin del que sentí fue el día más largo y pesado de mi vida.

Luego de unas horas tratando de conciliar el sueño, el oír el mar me fue arrullando hasta que logré dormir. A la mañana siguiente, desperté cuando mi prima se arreglaba para salir a trabajar. Le pregunté que dónde estaba el mar y ella me señaló la ventana. 

Me levanté y al abrir las cortinas ante mis ojos estaba un verdadero edén, un inmenso color azul lo rodeaba todo, se veía la blanca playa y unas lujosas albercas desde el balcón, las olas se oían estremecedoras y el mar me llamaba a gritos.

Así que sin dudarlo salí a su encuentro, caminé horas en la playa. Me metí al mar y fue ahí donde primero que nada hice una "junta con Dios". Le dí las gracias por haberme llevado hasta ahí con bien, no podía creer que lo había hecho sola. Luego que antes ni siquiera era capaz de irme a tomar un café con una amiga sin que mi marido lo supiera. Me sentía muy mal si no le decía todos mis pasos. Claro por mi dependencia emocional. Y ahora, ni siquiera tengo a quien contarle nada, no tengo con quien charlar, ya no hay nadie a mi lado a quien le importe mi vida, mis sentimientos, mis planes, nada de mi.

Por eso escribo, para borrar. Escribo porque no tengo quien me escuche y tampoco quien me lea. Escribo para mi, para poder autoanalizarme y ver si logro algún avance, en un desesperado grito de ayuda propia porque no tengo a quien recurrir. 

Se me acabaron los recursos. No tengo amistades verdaderas. No tengo pareja. No quiero mortificar a mi familia. Así que heme aquí tragando mi propio veneno. El único que tengo esperanza que no me haya abandonado es Dios mismo, porque según los preceptos de la Iglesia soy su hija.

A veces tengo dudas de que aún Dios me haya abandonado, porque la tormenta en mi vida parece no terminar. Estuve en ese maravilloso lugar tan sólo un par de días. Crucé todo el país para estas 48 horas que me fueron de mucha utilidad. Dí gracias a Dios en todo momento, por el Sol, por el mar, por la brisa, por tanta belleza junta. Luego le di gracias por mi vida, que aunque no me gusta es mía.

Dí gracias por todo lo vivido, aunque no es fácil aceptar su voluntad. Aunque no me dio la oportunidad de tener un hijo. Aunque finalmente no pude sostener mi matrimonio. Yo amo a Dios, sólo a él lo puedo amar sin hacerle daño y sin hacérmelo a mí misma. 

Luego de mi junta con Dios, hice una junta conmigo misma... a pesar de que fue poco el tiempo, la mayor parte la pasé sola. Hice por lo tanto un viaje dentro de mí. Miré hacia mi interior tratando de comprender, de hablar conmigo como se habla con una amiga muy querida. Me aconsejé, me apapaché, me perdoné a mi misma por los errores que cometí para que mi matrimonio fracasara. Me perdoné por haber aguantado tantas humillaciones, por haber sido tan tonta y débil. Me perdoné por ser codependiente y por no encontrar el rumbo.

El viaje al centro de mi universo fue exitoso, hubo de todo... tiempo para meditar, para caminar mucho, para disfrutar del paisaje, para leer un maravilloso libro que se llama "El Camino a la Autodependencia" de Jorge Bucay. No pudo llegarme en mejor momento, lo vi en el aeropuerto y lo compré sin dudar y fue mi compañero de viaje, terminé la última página justo unos minutos antes de arribar a mi ciudad natal.

En ese libro comprendí más acerca de mi dependencia emocional. Sobre mi miedo al rechazo y al abandono. Sobre valorarme a mí misma y antes de ir por la vida "colgada" de alguien, debo sostenerme a mí. Tener bases sólidas y aprender a amar como un adulto y no como una niña caprichosa. Fue duro. Pero lo entendí. Sin embargo, sigo caminando y aprendiendo.

Este proceso no es de la noche a la mañana, ni por arte de magia. Administrar mis torrenciales emociones es un verdadero reto, porque soy muy intensa. Si estoy feliz,  me pongo eufórica, si estoy triste toco fondo. Quizá soy bipolar... sólo eso me faltaba para completar el cuadro de que cada día pierdo más la razón y no me hace ninguna gracia.

Pues el viaje a la hermosa playa terminó bien, llegué a casa y dormí como un bebé en mi cama prestada de sábanas nuevas y a la mañana siguiente vi a "Salvador", mi amigo que me ha apoyado en este proceso. En este intento de recuperación que por más que lucho nomás no logro sacar la cabeza de este agujero.

De verdad lo digo, de corazón creí que había llegado de nuevo a casa con fuerza renovada. Me sentía bien "chicha", poderosa, "la mamá de los pollitos", la "mera jefa" de mi existencia. Llegué con la convicción de que nada ni nadie nunca más me vulneraría, que estaba ya de dueña de mi mundo, de mi espacio, que sería fuerte ante todo... el gusto me duró muy poco.

Por la tarde, fui a mi antiguo hogar. La pequeña casita que tuve que abandonar a raíz de mi divorcio. Hace meses que no vivo ahí y mi pobrecita vivienda quedó solitaria y a la deriva. Siempre estaba cerrada, iba a visitarla un par de veces a la semana. A veces que quedaba a dormir ahí, disfrutando de Mi espacio personal.

Sin embargo, ayer al llegar a mi pequeño recinto de paz... la puerta estaba violada. Entré y me la habían casi vaciado. ¡Me robaron!

De por sí, en el reparto de bienes con mi ex marido no me había quedado gran cosa y ver mi hogar violentado otra vez, me hizo de nuevo caer en crisis. Ya hace años me habían robado en otra casa, pero entonces yo tenía marido, alguien que me apoyara pero hoy... esta vez, no fue así.

Hoy por primera vez me sentí más sola que nunca.

Al ver mi casa saqueada llamé de inmediato a mi padre y no lo encontré. Llamé a la Policía y entraba una grabadora. Llamé a mi madre y nada, mis hermanos no viven en la ciudad, de verdad ¡no sabía que hacer! ¡Tenía muchísimo miedo! me imaginaba que adentro aún había ladrones, que me harían daño.

Nadie, ni un familiar, nadie me contestaba el teléfono como cosa hecha adrede. En un intento desesperado llamé a "Salvador" pero tampoco me contestó. Entonces... me sentí más sola que nunca en la vida. Perdida, totalmente impotente, sola, vulnerable, desesperada, violentada... sola... ¡¡¡solaaaaa!!!

Salí y toqué las puertas de los vecinos y nadie me abría, nadie salió a ayudarme. Parecía un complot del destino. No sentía confianza como para llamarle a algún otro familiar o amigo, no quería oír un "te lo dije", un "ya ni modo", un "lo material no importa"... 

Finalmente luego de casi una hora de intentos encontré a mi padre, quien solidario como siempre vino en mi auxilio y finalmente se quedó custodiando mi pequeño hogar hasta que mañana a primera hora pueda conseguir un cerrajero o alguien que me arregle las puertas y ventanas rotas.

La poca pila que había agarrado en la playa... se me fue a ceros.

En este momento que escribo aún me siento muy triste, deprimida. Enojada de nuevo con la vida porque todo me pasa a mí. Porque sigo perdiendo. Sigo en picada... realmente creí que empezaría a ver la luz pero esto me dolió demasiado porque mi pequeño hogar lo construí yo con mi esfuerzo.

Todo lo ahí contenido lo compré yo con mi trabajo. Mi marido nunca aportó nada. Me robaron a mí... me arrancaron lo poco que me quedaba. Son cosas materiales dicen... pero eran ¡MIS COSAS!

Nuevamente toco fondo. Los libros y teorías dicen que no debo permitir que esto me afecte. Que debo controlarme, pero lo cierto es que ver mi vivienda casi vacía, ver todos mis cajones volteados, que se llevaron las poquitas joyas, mis zapatos, mis muebles y de pilón dejaron mi baño ¡¡¡súper sucio!!! ¡eso sí fue el colmo de la desfachatez y la burla! además de robarme usaron mi baño y lo dejaron ¡totalmente asqueroso! fue repugnante encontrar así mi hogar... donde alguna vez creía viviría feliz.

Esto ya fue el tiro de gracia.

Cuando creí que ya había salido el sol, cuando pensé que todo estaría bien por fin... de nuevo vuelve a llover. 

No sé como salir de esta interminable tormenta. Ayer que estuve en la playa me repetía una frase que leí por ahí que dice: "A veces quisiera ser como la roca de mar, que todos los días recibe golpes y ya no sufre... sólo resiste".

Eso quisiera ser yo ahora, tener un corazón de roca que sólo resista, que se curta y ya no me duela. 

Pero mientras, sigo aquí con mi estúpido corazón de pollo... sufriendo y llorando a mares como una idiota porque la vida me sigue dando de cachetadas donde más me duele.

Ya ni siento las heridas de tanto dolor. Tanta injusticia hacia mi persona. Ya no quiero victimizarme pero la vida no me ayuda. Estoy harta de todo esto que me sucede.

De verdad, quería escapar de todo y lo hice. Creí que divorciándome estaría bien y no fue así. 

Sin embargo, aquí estoy... sola. Esa es mi realidad. Hoy sí me dí contra la pared al sentirme tan vulnerable por el atraco a mi hogar y no tener a quien recurrir. Esta soledad empieza a lastimarme de verdad. 

Sólo me tengo a mí... pero no sé si conmigo tengo suficiente, tal vez no soy tan buena ni para mí misma.

La tormenta sigue... este viaje al interior de mi universo resulta cada vez más doloroso.

Ya no veo lo duro, sino lo tupido.

Ayer que vi salir el sol en la playa, creí que también había salido en mi vida.

Con tristeza veo que no es así... aún falta mucho para que vuelva a amanecer.

Soy Paty, codependiente en recuperación.




















martes, 11 de junio de 2013

Mariposas blancas



http://www.youtube.com/watch?v=CQvJ2dqhVcg

No hay amor suficiente capaz de llenar el vacío de una persona que no se ama a sí misma.
Irene Orce

Soy libre.

Es la primera vez que lo afirmo. Hoy tuve mi cita en el juzgado y así, en cuestión de minutos declararon disuelto mi matrimonio de 11 años.

Al no haber hijos, ni bienes que pelear, quedamos divorciados en menos de 15 minutos. Insólito. Tardamos meses para organizar la boda, nos acompañaron 300 personas, nos casamos en medio de mucha incredulidad y también de muchas sonrisas. Recibimos en aquel entonces muchos buenos deseos, salimos de la iglesia sintiéndonos los dueños del mundo. Él y yo éramos todo alegría sin importarnos que su familia no estuviera de acuerdo, ignoramos sus caras largas, nosotros estábamos llenos de esperanza. Yo proclamaba mi felicidad ¡había encontrado el amor!... eso creí.

Hoy, 11 de junio de 2013 termina la historia y no fue con final feliz. Duramos casados 11 años, 1 mes y 15 días. Fue de mutuo acuerdo, él finalmente terminó por ceder y dejarme ir. Firmó y me dejó marcharme para que yo siga con mi vida en paz y él... ojalá también.  

Muy bien, ya soy libre... y ¿ahora qué?

Salí del juzgado de lo familiar con un vacío en el estómago. Él insistió en llevarme a casa pero no acepté, quería alejarme lo más rápido posible. Aunque quedamos en buenos términos sigue doliéndome el dejar a mi compañero de vida que tomé de la mano hace 13 años cuando lo conocí. En quien había puesto todas mis expectativas, a quien le entregué mi corazón completo, a quien le di todo lo mejor de mi... y me falló.

Al estar en plena calle, parada junto a un árbol, con un enorme nudo en la garganta. De pronto sentí otra vez ganas de llorar. Una brisa fresca me hizo respirar profundo y cerré los ojos. De pronto, empecé a sentir en mi cara gotas de lluvia y algo suave que acariciaba mi brazo. 

Abrí los ojos y de pronto, de la nada me vi rodeada de cientos de ¡mariposas blancas! 

No sé de donde salieron, como empezaba a llover intentaban protegerse en el árbol que estaba junto a mi, eran tantas que sentí miedo y me alejé un poco, pero llegaban por todos lados y empecé a verlo como una señal de Dios... sentí que me llovía esperanza.

Fue muy emotivo el momento. Abrí los brazos y varias se posaron en mi piel, en mi cabello, en mis manos. Las dejé suspenderse unos segundos en mi y las vi volar poco a poco a protegerse. Sin darme cuenta empecé a sonreír.

En eso la lluvia arreció y tomé un taxi camino a casa. Empecé a ver mariposas blancas y amarillas por todos lados, venían de paso por la ciudad, eran bellísimas, fue un espectáculo indescriptible. 

Llegué a casa a preparar las maletas porque tengo una misión. Por casualidades de la vida me salió una invitación para irme a la playa hoy mismo y acepté. El 90 por ciento del viaje lo haré sola. Voy a Cancún, Quintana Roo. Uno de los lugares más hermosos del planeta. No conozco ese paraíso y lo más insólito... es la primera vez que viajo en avión y lo haré sola.

Este viaje significa muchas cosas, voy a encontrarme conmigo. A contagiarme del azul de esos paisajes para llenarme de paz. Como le dije a "Salvador", voy a lavar mis lágrimas con agua de mar. A contemplar el atardecer y ver de nuevo salir el sol.

Voy a cerrar un ciclo y abrir otro para mi. Donde empiezo mi camino por aprender a amarme a mí misma. Hoy mi alma quedó vacía. Mi corazón quedó vacante. Hoy el dueño de mi vida se marchó. Y yo me quedo conmigo, libre... libre... libre.

No sé que hacer con mi libertad ahora que es real, lo único que se por ahora es que un paraíso me espera. Que ahora mismo salgo rumbo al aeropuerto, volaré por vez primera y haré una aventura por mi.

Ya les contaré sobre mi viaje, mi encuentro conmigo... aquí empieza mi camino para aprender como amarme a mí misma.

Sólo por hoy te entrego mi vida Dios mío. Que el viento me lleve a donde sea tu voluntad. 

Libre... libre, libre al fin.

Soy Paty, codependiente en recuperación.


domingo, 9 de junio de 2013

La pequeña Paty



En el camino por mi recuperación he tenido que hacer mucha reflexión. He tenido que mirar hacia adentro de mi y me he preguntado una y otra vez ¿cómo me sucedió esto? ¿por qué me enfermé del alma? ¿en qué momento mi corazón se rompió y perdí la confianza en mi?

Tratando de buscar las respuestas empecé a caminar hacia atrás. Hace días que me vi de cara contra mi problema principal, soy una persona con dependencia emocional

Es decir, necesito sentirme apoyada por alguien a quien yo ame o admire para poder avanzar segura. Necesito no sólo la aprobación y el refuerzo, también el contacto físico, el apapacho, la emoción, el empuje de saber que le importo a alguien para poder fluir con tranquilidad... para vivir sin miedo.

Al dar los pasos en reversa me fui viendo cada vez más joven. Recordé mis tiempos universitarios cuando estuve enamorada y mal correspondida por un muchacho que amé muchísimo y finalmente falleció sin que yo lograra que él me quisiera como yo lo hacía.

Más atrás vi a otros de quienes me enamoré y obtuve la misma respuesta: "No, gracias". El rechazo fue mi constante. Cuando conocí a mi ahora ex esposo me ganché con él no porque fuera el mejor... era el único.

Él ha sido el único hombre en mi vida que ha sido formalmente mi pareja. Sí. Desde un principio yo sabía que había problemas, situaciones, dificultades, diferencias, que él tenía aficiones que a mí no me gustaban. Pero como buena codependiente creí que todo iba a cambiar, que mi amor tan grande e infinito lo haría cambiar para bien. Eso nunca pasó.

Tras 2 años de noviazgo y 11 de matrimonio esa, mi única relación real se terminó. Y ahora me encuentro sola, perdida, desmoralizada, con la autoestima en el sótano, sintiendo que valgo lo mismo que un cacahuate. Que no merezco ser amada porque no sé amar.

Caminando todavía más hacia atrás, me vi adolescente padeciendo por mi sobrepeso y por el típico bullying de la escuela, en este caso lo ejercía en mi la directora de un colegio de monjas, nomás no me quería, siempre criticó mi imagen y le importaban poco mis buenas calificaciones, ella siempre me sacaba de todas partes y me mandaba a callar porque según ella yo era muy gorda y fea, la vergüenza del colegio, me sacó de la escolta, de la banda de guerra, de los desfiles, del coro y de todos lados donde alguien me pudiera ver. Sí, fue un atentado que me hizo daño.

Más atrás aún, quise recordarme cuando era niña y no logré verme. Estuve días tratando de pensar en mí de cuando tenía entre 6 y 9 años y no me encontré en mi mente. Tengo una especie de bloqueo con esos años. Fui y busqué fotografías de mi infancia y realmente son muy pocas. Mamá dice que porque no teníamos cámara pero las pocas que encontré... no me gusté.

Siempre fui una niña despeinada. Con el cabello totalmente rebelde. Mamá odiaba mis rizos y siempre me obligaba a traer la cabellera toda relamida en apretadas trenzas, mismas que no me duraban porque siempre pequeños cabellos salían de mi cabecita como si fueran rayos de sol, hasta la fecha así es...

Era una niña gordita, altísima en comparación con las demás. Siempre excluida de todos los equipos de deportes. Me hicieron creer que el ejercicio no era para mí porque era una lenta, inútil y torpe que siempre terminaba en el suelo por no saber controlar mi enorme humanidad.

Lo más triste fue que en todas las pocas fotos que vi en ninguna aparece mi sonrisa. Siempre fui una niña así... sin sonrisa. Mi boquita siempre tenía una curvatura hacia abajo. Yo creí que era por los cachetes pero no, mis ojos se ven también vacíos y perdidos.

Tratando de encontrar el motivo de esa tristeza hice más esfuerzo con mi mente para recordarme a mí misma en ese periodo. No pude. Había una especie de bloqueo mental muy fuerte. Los recuerdos de cualquier tipo se habían esfumado.

Así que empecé a buscar música para meditar y tratar de recordarme. Hallé en internet un ejercicio de meditación titulado algo así como "Enviándole amor a tu niño interior", así que lo puse y traté de relajarme, aproveché que el suave ruido de la lluvia y su fresca brisa que entraba por mi ventana me tenían en total estado de confort.

Empezó la meditación diciendo que había un bosque, árboles y realmente empecé a imaginarlo, decía que empezaba a llover y que había ahí una pequeña cabaña con un porche donde había una mecedora. Me senté ahí a ver llover. Pude sentirlo tan real, porque afuera llovía de verdad y podía percibir el aroma de la tierra mojada, oía el suave murmullo del agua y sentía en mi piel la brisita fresca. Decía el audio que entre la lluvia iba a percibir una figura pequeña... que tratara de verla porque vendría caminando hacia mi.

Y entonces... la vi. Vi a la Paty pequeñita de unos 7 años. Llevaba aquel lindo vestido que me gustaba demasiado, era color oro viejo  combinado con una tela de flores, llevaba unos botoncitos en el pecho y unos tirantitos que se amarraban como moñitos sobre los hombros.

Vi a la pequeña Paty caminar entre la lluvia, como siempre con el cabello hecho un desastre y esta vez todo remojado, con mi carita de siempre, con esa curvita hacia abajo que hacía que se perdiera mi labio inferior.

Llegó y se sentó en la escalera del porche y abrazó sus rodillas. Ni siquiera me miraba, era como si yo no existiera. La vi tratar de secarse la cara con el vestido y tenía frío. Se veía tan sola, tan chiquita, tan indefensa.

El audio de la meditación pedía que la llamara por su nombre. Lo hice y ella volteó entonces a verme. Había en sus ojos una total desolación y miedo. Se puso de pie y me observaba con recelo. Se alejó hasta el otro lado de la pequeña terraza y me miraba sin decir nada. La vi sentarse de nuevo en un rincón y sólo me observaba ahora con curiosidad.

En el ejercicio tenía que decirle que era yo, Paty... la adulta, decirle que ya había crecido y que había vuelto para saber cómo estaba. Ella me miraba dudosa pero finalmente se fue acercando. En la meditación me pidieron abrirle mis brazos y arroparla en mi regazo.

La vi ahora tan cerca. Ella estaba ahí, paradita frente a mí. Con sus ojitos tristes, tan llenos de nada. Cuando le abrí mis brazos ella se acercó y se dejó caer suavemente, como quien se recuesta en una cómoda cama luego de mucho cansancio.

Así sentí a la pequeña Paty acurrucarse en mi regazo y dejarse abrazar por mi, su versión adulta. Se metió bajo mi cuello y pude sentir su cabello mojado y la fragilidad de su cuerpecito de sólo 7 años. Estaba helada, temblaba un poco.

La fui abrazando y el ejercicio me pedía decirle que la amaba, decirle todo lo que yo necesitaba oír entonces. Tomé su carita y la vi a los ojos, acaricié sus mejillas y me sorprendió la suavidad de su piel. Qué hermosa era entonces. Aún no había sobrepeso, era una niña sana, normal, tierna, inocente. Sólo estaba llena de cansancio, de tristeza. 

Me nació llenarla de besos en las mejillas, su frente y le dije: "no estas sola, nunca más estarás sola porque me tienes a mi".

Ella me miraba primero con curiosidad. Le pedí que no tuviera miedo. Que ella era una niña muy amada. Le expliqué que papá y mamá tenían que ir a trabajar y por eso la dejaban sola. Le dije que sus hermanos también la querían mucho aunque siempre estuvieran lejos y juntos, aunque la excluyeran de sus juegos y la corrieran de la habitación.

Le dije que no había nada qué temer, que tenía que aprender a esperar sin miedo. Que las personas que amaba siempre regresarían, que no la habían abandonado, sólo habían ido a trabajar.

Vi como el miedo se fue transformando en alivio. Le sequé el cabello, la peiné un poco y la arropé con mi sueter. La tuve un mis brazos buen rato. El ejercicio decía que ahora me pusiera en mi papel de niña y le pidiera a mi adulto qué me hacía falta para ser feliz, si quería juguetes, helados, un paseo, etc.

Lo único que la pequeña Paty me dijo al oído con una voz que claramente supe que era la mía a esa edad fue: "sólo quiero que me abraces y no quiero dormir sola, me da miedo cuando no hay luz y nadie llega".

Lo que me dijo me retumbó en el alma. Aún ahora que lo escribo fue como si hubiera hablado con un fantasma y me da escalofrío. Fue un encuentro extraño. Pero me sirvió mucho. Hablé con ella, la llené de besos y le expliqué una y otra vez el porqué papá y mamá se ausentaban. Le reafirmé que era una niña amada. Me dijo también que no quería ir nunca más a la carpintería. 

De pronto no supe porqué me dijo eso, pero cuando mi mente lo captó empecé a llorar y recordé un doloroso episodio que había bloqueado de mi mente, que de verdad no recordaba... o no quería recordar.

Una tarde, cuando la pequeña Paty tenía 7 años, por una tarea fue sola a una carpintería cercana y un hombre abusó de ella. No fue una violación propiamente pero sí le hizo tocamientos obscenos que ella no entendió. Sólo se sintió sucia y asustada. 

Cuando esto ocurrió llegó la mujer del carpintero y sacó a golpes y empujones a la pequeña Paty del local por andar "provocando" a su marido... nunca comprendió qué hizo mal, porqué le hizo eso ese hombre y porqué la señora la corrió así.

Ella creyó que había hecho algo muy malo y lo calló por miedo a sufrir un regaño de su mamá por haber ido sola a ese negocio, cuando la pequeña Paty sólo quería que le recortaran una madera para el trabajo manual del Día de la Madre, pero como no había quien la acompañara se aventuró a ir solita... tan inocente.

Recordar eso con mi pequeña Paty en los brazos me llenó de dolor. Pero también le expliqué que ella no tenía la culpa de lo que le había sucedido, que no tuviera miedo a estar sola, que nunca más le volvería a pasar nada malo, le prometí que iba a cuidar de ella.

Encontrarme conmigo de niña fue duro, pero fue muy dulce. Vi como los ojos de mi pequeña se fueron transformando. Sentí como respiró con alivio. Terminó de llover y quiso ir otra vez a caminar, a jugar sola. Le dije que fuera con confianza, que yo siempre la miraría de lejos, que no estaría más sola. 

Así lo ordenaba el ejercicio, decirle que podía fluir con confianza, que nada malo le pasaría mientras esperaba a que quienes ama regresaran. Le prometí que ella viviría en mi interior, que ahí estaría segura y que me acompañaría también a mi. Que estaríamos juntas haciéndonos compañía y todo estaría bien.

Finalmente el ejercicio decía que la dejara ir sin miedo. Vi a la pequeña Paty cruzar un arroyito y subirse a un columpio de un árbol. Miré como su despeinado cabello cubría de nuevo su cara, ahora sus largos rizos estaban libres, en todo su esplendor, no me di cuenta que le había desatado las apretadas trenzas... lucía tan hermosa.

Ahora sus rizos eran movidos por el viento y ella se veía tranquila, serena y la curvita inclinada de sus labios había desaparecido. Me miraba a lo lejos con una leve sonrisa y una mirada diferente.

Me di la vuelta y respiré tranquila. Seguí dando pasos ahora hacia adelante y fui cerrando más círculos, de pronto fueron apareciendo como fotografías de las personas con las que intenté establecer una relación de pareja y poco a poco cada imagen la fui dejando caer en el agua de un pequeño arroyo y vi como suavemente se fueron alejando. Los entregué... los perdoné y los dejé ir. 

Ahí se fue mi ex esposo. Lo despedí con amor y decidí dejar que mi vida fluya como Dios quiera que sea.

Decidí soltar las riendas de mi vida a Dios y no tratar de estarle diciendo si las estira mucho o para donde las mueva. Tengo que aprender a fluir sin miedo. Tengo que salir adelante sin refuerzos. Ya no me queda nada, ni nadie.

Renuncié al amor con amor. Porque no sé amar. Soy buena, pero hago daño por amar demasiado. Tengo que luchar conmigo y tener fuerza de voluntad para no mendigar el amor que creí merecer.

Sí, lo acepto. Estoy muy deprimida aún. Estoy pasando por una crisis. Quizá en un tiempo esto que siento hoy me parezca ridículo y cambie de opinión, pero hoy me siento así. 

Estos días la codependencia me está dando de cachetadas pero a veces también son necesarias para reaccionar.

Sólo por hoy estaré triste, me daré permiso de vivir mis emociones sin fingir, sólo por hoy también haré un esfuerzo para aprender a fluir sin miedo.

Dejaré que Dios haga su voluntad y me sorprenda.


Soy Paty, codependiente en recuperación.