domingo, 2 de junio de 2013

Mi dios después de Dios...


Mi dios después de Dios
Autor: Carlos Macías
Dónde estás ahora que te necesito que muero por verte
dónde está tu risa y las mil caricias tu promesa fiel.
Ojala me vieras y así comprendieras que muero por verte
que paso la vida, que vivo esta vida sólo por quererte.
Cuando no estás tú maldigo este tiempo que estas lejos
maldigo la distancia y el te quiero
que brota de mi boca en cada beso.
Cuando no estás tú mis ojos van buscando entre la gente
y son tan grandes estas ganas de tenerte
tú eres mi dios después de Dios y así...hasta la muerte.



Este hermoso bolero del cantautor mexicano Carlos Macías define perfecto mi forma de amar. 

Nunca me imaginé que amar demasiado... con toda el alma, con todo el cuerpo, con todo el corazón como dicen las historias de amor, era dañiño, tóxico.

Ni siquiera es un problema de si el amor es o no correspondido, sino que aquí también aplica aquello que dice que todo exceso es malo y amar demasiado... lo es.

Hace apenas unos meses tenía una pareja, un esposo, un matrimonio con 11 años de antigüedad y hoy de pronto sin saber cómo me encuentro sola. 

¿Qué pasó? ¿Qué hice mal? ¿En qué fallé? ¿Porqué se acabó mi historia de amor? fueron las preguntas que me atormentaron cada noche durante dos meses cuando él recién se fue de mi vida, esas largas horas a oscuras, abrazada de su almohada tratando de aspirar hasta la última partícula de su aroma que hubiese quedado impregnada en su funda.

Lloré tanto, no podía explicarme como a pesar de amarlo hasta el cansancio las cosas habían salido tan mal, ahora lo comprendo, ese fue mi error... amar demasiado.

Cuando una mujer ama demasiado pierde los límites, el control de sí misma, empiezas a vivir para complacerlo a él, a cubrir todas sus necesidades, sus gustos, sus deseos, sus anhelos y te quedas en segundo lugar perdiendo tu verdadera identidad.

Al amar a alguien como dice este bolero, casi como un Dios pasas los días planeando toda clase de estrategias para construir tu historia de amor, tu escena perfecta, tu diálogo inolvidable, tu película romántica, olvidas la realidad, te olvidas de ti.

Yo construí mi historia para los demás, para que creyeran que tenía ¡un esposo perfecto! que me había ganado la lotería al encontrar al hombre ideal, que me amaba a pesar de todos mis defectos. Que me aceptaba a pesar de que yo no era bonita, era bastante gorda y poco inteligente.

Ahora pasaron los años y me di cuenta que lo había idealizado. Que mi semi-Dios no se acercaba ni en lo más mínimo a la perfección y que el protagonista de mi historia era sólo una fantasía creada por mi mente. Un castillo de arena que se caía todos los días y yo solita me volvía a construir para cubrir las apariencias, sentirme por un instante una persona amada, normal, merecedora del amor de una pareja.

Todo comenzó cuando era niña, crecí sola porque mis padres trabajaban y mis hermanitos eran muy unidos y yo quedaba fuera de ese equipo por ser niña. No me sentía querida, ni necesitada. Así que al crecer empecé a buscar en un hombre el amor del que sentí carecía.

Pero ¡Oh! sorpresa, no era tan sencillo cargando un sobrepeso de más de 50 kilos era una adolescente obesa, así que la tarea no era fácil. Conocí muchos muchachos y no lograba que ninguno se fijara en mi con esos ojos de amor que yo anhelaba... así que cuando uno por fin se quedó, puse mi mundo aparte y me casé de inmediato.

No era en ese momento, ni nunca fue la persona adecuada para mi. Pero mis ojos de borrego a medio morir lo habían idealizado y me tiré de lleno en esa piscina de fantasías que me había inventado. Esa misma piscina en la que años después casi me ahogo y de la que aún estoy batallando para salir.

Con el paso de los años me di cuenta que el sueño se convirtió en pesadilla y aún así continué ahí, tratando de construir mi mundo ideal. El problema es que lo construía sola porque él nunca estaba presente. Por mi trabajo yo trabajaba por la tarde y parte de la noche y él tenía un horario regular, así que casi nunca coincidíamos por lo que no me di cuenta que él cayó en una adicción que terminó poniéndose en medio de nosotros.

Él empezó a jugar, empezó perdiendo tiempo, luego dinero, luego su trabajo y finalmente... me perdió a mi.

En ese tiempo yo me encargaba de todo, pagaba todas las cuentas, me hacía cargo de la casa y en mi corazón empezó a crecer la rabia, angustia, ira, indignación, tristeza, coraje, desesperación, desilusión y toda clase de basura emocional que me hizo padecer varias enfermedades bastante dolorosas. Mis días transcurrían tratando de controlarlo y alejarlo del juego, de hacer que volviera al redil, al camino del bien, de la responsabilidad.

Un día le hablaba bonito, teníamos largas charlas en algún parque, lo llenaba de besos y creía que por fin lo había convencido de dejar el juego. Al día siguiente cuando veía que nada había cambiado eran gritos, peleas, lágrimas... mucho dolor. Así pasaban mis días, buscado la manera de hacer que él dejara de hacerse daño y de lastimarme con su conducta tan autodestructiva

Hace apenas unos meses... él se fue. Luego de una discusión absurda él se marchó de casa. Y fue lo mejor que pudo haber hecho por mi. Porque él ya estaba perdido en su adicción al juego y yo en mi codependencia y no lo sabía. Precisamente por mi problema yo jamás lo habría abandonado.

Pero veamos, ¿qué es la Codependencia? he buscado y hallado muchos conceptos y creo que éste es el que mejor la define, al menos es el que más me gusta.

"La Codependencia es una enfermedad del alma, es una conducta emocional que el ser humano desarrolla cuando asumimos repetidos fracasos y sufrimientos que no nos permiten relacionarnos de una manera sana con nuestros seres más queridos, mucho menos con nosotros mismos. Comienza cuando la vida del individuo se ve afectada por la conducta de otra persona y te obsesionas queriéndolo cambiar, tratando de controlarlo, desgastando una energía innecesaria que por momentos conduce a la depresión, la angustia, la ansiedad y otras enfermedades físicas y emocionales".

"Eres codependiente cuando tratas de proporcionar afecto a aquellos que parecen necesitados, en especial personas conflictivas o inaccesibles, a las que intentas ayudar o modificar por medio de tu amor".

"Cuando haces cualquier cosa en contra de tu bienestar por evitar que te abandonen, asumiendo más responsabilidades de las que te tocan, cuando te sientes triste y fracasada a pesar de todos tus esfuerzos para que esa persona sea como tú quieres que sea entonces... eres codependiente".

Hoy lo asumo... soy Paty, Codependiente en Recuperación.








No hay comentarios.:

Publicar un comentario