martes, 4 de junio de 2013

Secaré mis lágrimas


He llorado tanto en mi vida. 

Las lágrimas han sido una constante por diferentes motivos. Primero por la sensación de abandono, luego por la insatisfacción de no sentirme linda, normal ante los demás. Luego por el amor no correspondido y hoy simplemente lloro por todo y por nada.

He sido tan vulnerable, tan débil y a la vez tan fuerte. La vida me ha impuesto retos bastante duros. Crecer en medio de dos pequeños varones, dándome habilidades para empezar a valerme por mi misma y asumiendo responsabilidades de adulto cuando apenas era una niña. Y la tristeza, mi única compañera.

Luego, la misma tristeza se volvió sintomática y me dio por enfermarme. Hoy creo que toda la larga lista de situaciones de salud que he pasado en la vida fueron para recibir atención. Para sentirme querida, necesitada, amaba, valorada, acompañada, sentir que se preocupaban por mi, sentir que había alguien que tomara mi mano y me hiciera sentir que tenía que quedarme y continuar viviendo.

Qué vergüenza. Qué vergüenza siento ahora que puedo ver atrás y reconocerlo. He sido tan manipuladora de la gente que amo. Mis pobres padres que siempre han sentido culpa por mis presuntas desgracias, me aman tanto y siempre me han acompañado con la máxima dedicación hasta en mi más insignificante gripe.

¿Por qué Dios mio? ¿por qué llegué a tanto? hoy siento tanta vergüenza de ello. Estuve tantas veces en el hospital. A veces el riñón, otras la espalda, luego la anemia, la tiroides, los tumores, el bypass gástrico, la histerectomía, hospitales una y otra vez, la debilidad constante, el cansancio crónico, el insomnio... la depresión.

Ayer alguien me dijo que tengo un metabolismo maravilloso, capaz de guardar reservas absolutas para que lo ponga en total movimiento y haga cosas sorprendentes. 

Fue la manera más hermosa que alguien me dijo que mi obesidad podría ser útil. Ahora resulta que todo lo que acumulo es energía de más que no consumo porque no hago ejercicio. Nunca he sido una persona que coma mucho, como mal... tengo hábitos inadecuados y eso es lo que me pierde. 

Eso me hizo pensar que quizá sea la hora de retar a mi cuerpo y ver hasta dónde puedo llegar. No tengo confianza, sé que como todo va a doler pero espero poder escapar de esta constante enfermedad que me acompaña, la obesidad... que ahora entiendo es como "gasolina" de más que cargo en mi vehículo y no estoy consumiendo. Quizá sea hora de echarlo a andar a mayores distancias para quemar lo que tengo de más. Ya veremos.

Por ahora hay otro tanque que no se acaba de vaciar. Es el tanquecillo de las lágrimas. Todos los días, irremediablemente se me escapan algunas. Aún siento mucho dolor por mi pérdida. Aún me duele dejar ir a mi compañero de vida durante 13 años. Duele dejar mi zona de "confort" mi vida habitual. Me duele no estar en mi casa, en mi cama, en mi hogar.

Duele ocupar hoy una cama temporal, una habitación prestada, unas sábanas que no me gustan, una casa que ya no me pertenece, un espacio ajeno.

Me duele no sentirme parte de nada, ajena de todo. Excluida del mundo, bicho raro. Ya no pertenecer al grupo de las "respetables señoras casadas", ni de las "solteras codiciadas", estar en una especie de stand by, en medio de la nada. Caer en la categoría de "separada" en espera de pasar a las "divorciadas". A veces me siento observada, como si todo mundo supiera mi dolor, mi desgracia.

Cuando la gente me mira es como si me desnudaran. Me siento vulnerada, temerosa. Hace poco entendí que soy una persona imponente. Mi cualidad de mujer altísima y obesa hace que a donde quiera que entro, o por donde sea que paso llamo la atención. Es imposible no verme.

Alguien me dijo que mi presencia impone demasiado. Mi mamá decía que eso no debía ser, que no es correcto llamar la atención, que hay que ser discreto. Mi jefa dice que debo tener bajo perfil porque hay niveles y categorías que mi personalidad no debe rebasar.

Me siento oprimida. Conozco mucha gente. A donde he ido he hecho amigos pero ninguno se queda. Siempre son amistades temporales a quienes he llegado a apreciar muchísimo, con quienes he compartido lazos profundos, momentos inolvidables. Pero nadie se queda a mi lado.

Mi vida es un tránsito de personas amadas que siempre se van. Mis  amados hermanos viven fuera de la ciudad, las primas más queridas por mi corazón también se marcharon lejos de mi, el resto de la familia viven en sus propios núcleos. La única persona que llegué a considerar mi mejor amiga, casi mi hermana también se casó con un foraneo y el amor la alejó de mi. Es mi destino.

La gente que amo siempre se va. Hoy día hay alguien especial a quien quiero muchísimo y no vive tampoco cerca de mi, tiene ocupaciones importantes, dispone de muy poco tiempo para mi y siempre se tiene que ir. Y yo vuelvo a quedarme sola, siempre sola.

En mi recuperación de la codependencia, dicen mis lecturas que  tengo que aprender a estar conmigo, a amarme yo... porque es lo único que me queda.

Ya no tengo esposo... también se fue. Me abandonó por sus vicios. Nunca podré tener un hijo porque perdí mi matriz. Ese es otro motivo de mis constantes lágrimas.

Por más que quiero que no me genere dolor ese vacío siempre lo vuelvo a sentir. Cuando veo un niño que me sonríe, cuando alguien lleva en sus brazos a un hermoso bebé. Cuando alguien me cuenta de sus luchas por educar a sus hijos. Siento dolor y de nuevo ganas de llorar que siempre termino por contener... 

Mi vida no ha sido muy linda. Siempre he tratado de sobrellevarla con humor, los huéspedes de mi vida nunca se aburren con mi compañía. Dicen que tengo buena charla, los hago reír y reflexionar, me sé interesar en la gente. Sé amar... amar es mi especialidad y mi mayor problema.

No he logrado que nadie se especialice en amarme a mi. He ahí el meollo del asunto. No sé qué pasa, cuál es mi error, ¿cuál es mi falla? ¿Por qué todos se van?

El nudo en la garganta y la llavecita que controla el flujo de mis lágrimas siempre están ahí... el nudo a veces se va, pero siempre vuelve. Y la llavecita de mis lágrimas parece que hace tiempo se descompuso porque siguen las fugas, siempre se me escapan por más que las quiero contener. 

Mis lágrimas son como una lluvia. A veces suave y sutil, silenciosas mojan mi cara cuando de pronto las siento rodar por mis mejillas. En otras ocasiones llegan impetuosas como una tormenta que me hace gritar y sollozar con una desesperación que me roba el aliento, pero el dolor del alma no se va.

Cualquiera que me lea podrá decir que soy ridícula, cursi, sensible, débil... pero creo que sólo soy una humana un poco más desdichada que otros, o quizá sólo es que no sé como manejar mis emociones.

La vida me ha golpeado muy duro. Aún así no pierdo la esperanza de lograr que alguien llegue a amarme tanto que no se marche de mi lado jamás. Alguien a quien mi compañía le resulte grata, útil, imprescindible, con quien hacer un equipo de supervivencia y aventuras lindas y que vea en mí lo que nadie ha sabido o querido valorar y me acepte como soy, con todo y mis eternas lágrimas de emoción, de dolor, de alegría, de vacío.

Y si eso no sucede, entonces le pido a Dios que me permita seguir encontrando las herramientas para amarme a mí misma. Para nunca necesitar de nadie. Porque a fin de cuentas viviré conmigo el resto de mi vida y sólo seremos yo y yo cuando llegue la muerte.

Dios... dame Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar las que sí puedo y Sabiduría para conocer la diferencia.

Dios enséñame a ver las cosas como son y no como me gustaría que fueran.

Dame valor para dejar ir lo que no me toca.

Enséñame a valorarme y aprender a amarme a mí misma.

Aunque la distancia siempre gana sobre el amor, dame fuerza para no aferrarme y dejar ir con amor a quien no puede o no quiere estar a mi lado.

Ayúdame Señor a secar mis lágrimas.

Tu hiciste la libertad Señor, permíteme aprender a amar así, libremente.

Amen.

Soy Paty... codependiente en Recuperación.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario