miércoles, 14 de octubre de 2015

Puerta cerrada

 

"Solo cerrando las puertas detrás de ti, se abrirán ventanas hacia el porvenir".

Francoise Sagan



De nueva cuenta estoy en casa convaleciente de otra operación. Este año mi salud dio un inesperado revés y he pasado la mayor parte del año incapacitada, en hospitales o rehabilitación.

En los días en los que me siento mejor trabajo desde mi casa, y en días mejores he ido realizando actividades de mi negocio y salgo de vez en cuando con amistades.

Aunque hace tiempo mi mayor placer era salir sola, cada día eso deja de agradarme. Mi necesidad de compañía y tener con quien convivir me ha hecho cometer algunos tropiezos.

Hace poco compartí la historia de mi relación a distancia. Un suceso donde empeñé el corazón y creo que me quedé sin él.

Eso ya terminó. Fui yo quien un día tomé valor y lo dejé ir. Su promesa de venir a verme fue hace un año y nunca cumplió. No tuvo más argumentos para justificar su ausencia y todo se vino abajo.

Mi codependencia me hizo presionarlo y creo que se reventó. Quizá fue lo mejor. Sin embargo, fui yo quien dijo adiós. Cerré esa puerta, le di bloqueo en mi red social y él no volvió.

Tenía la esperanza de una llamada, una súplica, un perdón, la petición de otra oportunidad, pero nada llegó.

Han pasado ya varios días y aunque la puerta está cerrada, yo sigo ahí. Detrás de ella, a veces de pie, a veces sentada, a veces llorando, a veces luchando conmigo misma para no tocarla, para no volverla a abrir.

No he podido retirarme del todo. Lo extraño mucho. Siento un vacío en mi interior. Aunque no han dejado de buscarme otros hombres, es su voz la que quiero oir. 

Pero él no está. Sus ocupaciones y compromisos laborales le impiden venir a verme y mi salud me limita a mi. Así que esa historia tuvo que llegar a su fin.

A veces me pregunto si piensa en mi. Si cree que voy a regresar cuando se me pase la crisis sentimental como él la llamó. Creo que está seguro que así será, porque soy yo la que siempre vuelve. Pero esta vez estoy luchando contra mi voluntad para no hacerlo.

Quisiera olvidar, no sentir, no haberlo idealizado tanto. No puedo negar que hablar con él y saber de su existencia hacía que estuviera encendida en mi una pequeña flama que movía mi motor.

Esa llamita se apagó y ahora todo es oscuridad aquí adentro. Estoy concentrada en mi salud y en la de mi madre que también está pasando días difíciles. Pero no tener a quien compartirle mi día, no tener a quien darle los buenos días, o las buenas noches me pone muy triste.

Hay otros hombres, varios que me buscan. Pero cuando los analizo y me decepciono porque casi todos son casados, solo quieren una aventura conmigo, usarme como escape a sus frustraciones y ya.

Eso me duele.

Hay un hombre que hace meses me busca, me insiste. Es profesionista y empresario, amable, inteligente y libre. Dice querer una relación seria conmigo pero por más que trato no logro sentir ningún entusiasmo por él.

No me atrae físicamente y no quisiera terminar aceptando una relación con él solo por su insistencia o porque mi CODE me haga una mala jugada y no pueda decirle que no.

Lo he estado evitando, sin embargo no sé como decirle que no sin herirlo, me parece un hombre bueno y sensible y me siento muy mal por no quererlo como él dice quererme a mi.

Hay otro sujeto que conocí hace dos años, y es el mismo tiempo que tiene insistiendo por ser mi pareja. Es mi maestro, mi mentor, mi capacitador, mi compañero de trabajo y siempre que tiene oportunidad casi se pone a mis pies.

Durante este tiempo evadí su galantería con cierta inteligencia porque es una persona de influencia en mi trabajo. Sin embargo, hace unos 20 días fui a un concierto de piano y ahí lo vi. 

Es un compañero agradable que siempre me envuelve en su conversación, esa noche no sé en qué momento, qué sucedió pero cruzamos la línea... nos dimos unos cuantos besos y desde ahí él cree que tenemos una relación.

Ahora no sé como zafarme de esto porque el hombre en cuestión no solo tiene más de 25 años de casado, sino que tiene otras dos mujeres!

No puedo mandarlo al carajo como yo sé porque trabaja conmigo y no puedo aceptarlo tampoco porque no voy a caer en su juego poliamoroso, pero no he logrado salirme de esa situación, lo que me desespera terriblemente.

No lo he visto porque estoy en casa convaleciente de la operación, me fue a ver al hospital y tuvo la osadía de besarme ahí. Parece ya no importarle nada, de verdad está convencido de que acepté ser "su noviecita", porque tiene esposa y dos amantes, quiere que yo sea la oficial que lo acompañe a eventos y cosas así.

La verdad no sé como voy a salir de esto, temo que me afecte en mi trabajo si le digo que no, pero temo que me afecte en mi vida si le digo que sí. Dios miooooo en qué rayos me metí???? 

En fin, soy un lío! Sigo aquí como un perro triste detrás de la puerta recién cerrada, aún no empiezo a ver esas ventanas de oportunidades, la verdad me estoy dando permiso de vivir mi duelo, de asimilar las cosas y de tomar valor.

Ya encontraré una salida a todos estos embrollos, lo que sí sé es que por ahora no quiero estar sola, pero tampoco quiero una pareja de quien no esté enamorada.

Ser la fantasía de hombres casados o con pareja no es nada halagador, yo necesito a alguien solo para mi, pero el único que cumple el requisito no más no logra moverme ni una neurona.

Dios dirá. Pronto regresaré a mi trabajo y me avocaré a seguir adelante, tengo muchos proyectos nuevos en puerta, viene una verdadera revolución a mi vida en el aspecto laboral y aún me falta terminar la rehabilitación para caminar bien.

Por ahora sigo aquí, en mi puerta cerrada, rascándola como un perro triste. Ya me alejaré de ella... solo necesito un poco de tiempo.

Serenidad, valor, sabiduría.

Gracias por leerme.

Soy Paty, codependiente en recuperación. 

sábado, 12 de septiembre de 2015

Coraje

Coraje (ko'ɾaxe)

Sustantivo masculino
1. Actitud valiente, decidida y apasionada ante el enemigo o ante un peligro o dificultad.
2. Rabia, enfado o irritación violenta.
*Diccionario RAE

Hace algunas semanas compartí la situación en la que me encontraba atrapada. Un nuevo "amor" en la distancia que me generaba mucha ansiedad y ponía mi codependencia a flor de piel.
Desahogarme y escribir sobre ello me hizo abrir los ojos a mi situación y analizarme, darme cuenta que no sólo con él estaba cayendo en terribles conductas codependientes sino que estaba empezando a rebasar los límites. 
Haciendo favores a quien no me los pedía, tratando de resolver e intervenir en asuntos que no eran de mi incumbencia, llenándome de trabajo hasta que terminé absolutamente agotada y sobre todo muy enfadada.  
Como suele sucedernos a los codependientes "di feria de más" y salí desfalcada. Apoyé a personas que no lo merecían y acabé con un portazo en la nariz.
Hace semanas conocí a un hombre, un posible prospecto. Aunque en un principio salimos con el objetivo de emparejarnos y tuvimos una primera cita con cierto éxito, a las pocas horas nos dimos cuenta que no éramos nada compatibles.
Esa noche quedamos en ser solo amigos, pero por cuestiones de trabajo terminamos enrolados en varios asuntos y luego todo se transformó en una amistad.
Hasta ahí yo estaba tranquila, este hombre a los pocos días fue intervenido quirúrgicamente por un problema de salud y mi codependencia me hizo tratar de ayudarlo.
Como es un hombre solo en la ciudad, sin familia ni amigos cercanos me pidió ayuda y yo se la brindé sin chistar. Sentir que alguien me necesita es mi maldito veneno, así que me ganché.
Terminé siendo su chofer, su mandadera, enfermera a ratos y hasta secretaria... y todo sin nada a cambio más que las gracias y uno que otro abrazo o beso de vez en cuando.
Hubo momentos en los que me empecé a hartar y ya no lo atendía como él esperaba, empecé a sentirme molesta y a reaccionar me alejé un poco y de pronto, de la nada el sujeto me reclamó que yo estaba confundida.
Que él solo quería una amistad sin compromisos y bla bla bla. Me lo dijo en un tono de "te pongo en tu lugar" y eso me molestó demasiado.
En ningún momento pretendía yo algo más con él, pero él creía que sí. Obviamente él no sabe que yo tengo este enorme trastorno de conducta, ignora que soy codependiente y malinterpretó mi ayuda.
Me alejé de inmediato sin darle mayor explicación, él sigue creyendo que me rompió el corazón o algo así, pero en realidad lo que hizo fue ponerme de nuevo cara a cara con mi problemota.
De pronto ese repentino enfado me hizo verme desde afuera, enojarme mucho no con él sino conmigo misma. Me di una regañada atroz y me sacudí las ideas.
Me di cuenta de lo mal que estoy, que mi ansiedad provocada por mi necesidad de compañía me esta traicionando y me hace cometer estupideces.
Estuve así varios días... con mucha muina. Enojada conmigo, con necesidad hasta de castigarme. Sin embargo, reaccioné y opté por perdonarme a mi misma y transformar mi enfado en coraje.
Ese sentimiento que me ha impulsado en los últimos días a darle un portazo en la cara a todos los estúpidos hombres que no han sabido valorarme.
Para empezar borré de mi celular el número de mi lejano amor. No he vuelto a tener contacto con él. ¡No quiero! ¡Basta! Le di bloqueo en mis redes sociales a todos esos abusones que no me aportan nada y solo me roban energía.
¡Estoy muy enfadada! ¡Muy enojada con todo y con todos! Pero yo soy así, la última vez que me llené de coraje agarré un valor y una fuerza inusitada, al grado que abandoné todo y decidí cambiar mi vida entera.
Fue cuando acepté que tenía este grave problema y dejé a mi inútil ex marido y me divorcié. Fue cuando decidí emprender este camino yo sola.
Y voy a seguir así, sola... conmigo. Tengo que salir a flote, sobrevivir por mi y para mi.
Dentro de todo este panorama y ya que ando muy envalentonada, decidí abrir mi negocio, una agencia de servicios de comunicación que parece que arrancó con gran éxito.
Me han llovido proyectos de trabajo que me entusiasman mucho, empieza a generarme ganancias y ésto me ha traído un respiro que ha elevado mi autoestima. 
Como profesional soy un tiburón... como mujer soy un asustado pecesillo que se esconde en lo más oscuro de la pecera.
Así de ambigua soy. Por ahora solo me enfocaré en recuperar al 100% mi salud. En unos días voy por otra operación bastante delicada en mi abdomen así que estaré convaleciente varias semanas, después de eso a darle de trancazos de nuevo a la vida.
Este coraje me hace sentirme mejor conmigo, más orgullosa de mi, me da fuerza para aprender a decir ¡¡¡NO!!! y no permitir que nada ni nadie me siga vulnerando.
Basta de abusos, basta de malinterpretaciones, basta de enamoramientos absurdos.
Tengo que seguir, avanzar, esta lucha a cachetadas con la codependencia duele, duele mucho y cada golpe a veces sangra. 
Hace días la codependencia me había tirado al piso, pero solo por hoy puedo decir que me levanté y llevamos un empate. 
Sí puedo seguir venciendo. Hoy me toca practicar la serenidad, el valor y la sabiduría; de la mano de mi poder superior una vez más voy a lograrlo.
Sólo por hoy el coraje me mueve, debo aprovechar este fuerte impulso y a ver hasta donde llegamos.

Soy Paty, codepediente en recuperación.

 
 

miércoles, 26 de agosto de 2015

¿Amor falso o falso amor?


"No existe el amor, sino las pruebas de amor y la prueba de amor a aquel que amamos es dejarlo vivir libremente".

 

Y bien... cuando pensaba que ya tenía seco el corazón de pronto, así de la nada volvió a latir con una fuerza inusitada. Un hecho que la verdad aún no sé si es una buena noticia.

Meses despúes de mi divorcio, en una etapa en la que me sentía un tanto perdida, alguien de mi grupo de CODE me recomendó abrir un perfil en un sitio de esos donde conoces gente por internet para hacer amigos o amores.

No estaba muy convencida pero su argumento me pareció interesante. Me dijo que al hablar con extraños me permitiría irme conociendo a mí misma, no entendí cómo pero lo hice.

Y la respuesta la fueron dando los días. Al ir conociendo personas y charlando con extraños, todos me hacían preguntas y al responder me daba cuenta que yo ya no me conocía, fui recordando poco a poco qué me gustaba a mi, qué quería yo, cuales eran mis preferencias en muchos sentidos.

Esta dinámica me hizo perder el miedo y poco a poco me animé y fui conociendo en persona a diferentes "prospectos", hice muchos amigos pero no me sentía con la seguridad de dar un paso más.

Pasaron los meses y una tarde un usuario que vive a más de 800 kilómetros de distancia me dijo: "Hola" y ese día una luz se encendió.

Con el paso de los días se dio de pronto una charla que pasó de diplomacia y camaradería a una conversación profunda, madura, serena y agradable.

Hablar con él fue de pronto un refugio, un alivio, un momento especial día con día. La conexión se dio sin pretenderlo, desde el primer día sabíamos que incluso para ser amigos esto sería muy complicado, sin embargo el paso ya estaba dado y nos habíamos ganchado.

Pasaron meses y de pronto la charla amistosa se transformó, solo él... sola yo. Empezamos a planear el modo de vernos en persona, conocernos e iniciar una posible relación real. Así pasaron unos meses y nunca se dio.

El trabajo de ambos y compromisos diversos no permitían que coincidieran las fechas, así que el desencanto llegó. Fui yo la primera en un arranque de valor que dije NO y me alejé. 

En ese entonces habíamos dicho que construiríamos un puente, que nos esforzaríamos por acortar la distancia, por estar conectados de alguna forma. Pero sus ocupaciones lo rebasaron y él también se alejó.

Me dolió su ausencia pero semanas después conocí a otra persona de mi ciudad con la que salí unos meses, pero como relación no funcionó, me olvidé de ese amigo lejano que alguna vez tanto me gustó.

Meses después cuando me enteré que mi ex había contraído matrimonio con otra y yo de nuevo caí en un hoyo negro de confusión, una tarde estaba yo de nuevo en un momento crítico de ansiedad, en plena lucha a cachetadas con mi codependencia cuando otro "Hola" llegó.

Fue como si alguien me lanzara una cuerda a mi profundo y oscuro pozo y la tomé sin pensar. Me colgué de ese recurso para salir de ese inusitado dolor, de pronto fue como si algo me jalara con mucha, mucha fuerza a la luz y ésta... me cegó.

De pronto, ambos nos enrolamos en la intención de empezar de nuevo, de retomar desde el punto donde nos quedamos, y todo se dio de una forma increíble.

Encontré en ese hombre la madurez, apoyo, planes, proyectos, todo lo que anhelo en un hombre. Alguna vez escribí aquí una entrada titulada: "El hombre que quiero para mi", bueno pues era él!!! así tal cual, divorciado, poco mayor que yo, atractivo, altísimo, con dos hijos maravillosos, excelente padre, profesionista, empresario, trabajador... excesivamente trabajador.

Todo lo contrario a mi ex y a todos los que he conocido. Con el tiempo le hablé de mi CODE, le dije que estaba en recuperación, que estaba intentando ser yo misma y su respuesta fue que contara con él, que estaría ahí para comprenderme y ayudarme para que aprendiera a amarme a mi misma.

Con eso caí finalmente a sus pies y me enamoré. Mi corazón brincaba de gusto, de felicidad, y empezaron los planes para vernos en persona.

Todo fluía, todo fantástico, todo embonaba como engranes perfectos, me sentía orgullosa de él, plena, muy feliz, como si por fin había llegado mi anhelada recompensa.

Admiraba mucho a mi hombre, que fuera tan trabajador... sin embargo esa que yo siempre consideré su principal virtud, también es su más grande defecto.

Está inmerso en mucho trabajo, al menos eso dice. Hace meses cuando inició mi problema de salud y me operaron, él estuvo conmigo, pero dada mi crisis mis emociones estaban a flor de piel y a veces mi CODE estaba en su máximo.

Y aunque él dijo que me apoyaría, poco a poco se empezó a alejar. Se empezó a enfriar, las charlas, las llamadas, los mensajes se fueron espaciando cada vez más. Se alejó cuando más lo necesitaba y nuestro plan de vernos en persona... se esfumó.

De nuevo la ansiedad me hizo presa y di muchos tumbos, cometí muchos errores en mi terror a perder a mi hombre perfecto, a mi salvavidas, a mi luz, mi faro...

Creo que justo el temor a perderlo es lo que me está haciendo perderlo. Han pasado los meses, llevamos más de un año y medio de conocernos de forma virtual y no ha venido para vernos en persona.

Sí... es una relación estúpida. Lo sé. 

Es algo que me da mucha vergüeza que a estas alturas de mi vida, cuando soy una "señora de las cuatro décadas" me haya enamorado como tonta quinceañera y ando dando cabezazos y palos de ciego sin saber qué hacer.

No puedo soltarlo, no logro dejarlo ir. No lo supero. Hemos terminado varias veces, pero siempre soy yo quien lo busca. Él no me busca, no me ruega, no me insiste, me voy y me deja ir sin chistar. Hago mis dramas y él se queda ni fu ni fa.

Me deja ir. Regreso y me vuelve a abrir la puerta, me contesta y lo hablamos. Me escucha, me lee, me calma... y todo vuelve a empezar.

No sé como describir esta "relación" es un suplicio, es un tormento esperar, sin saber ni siquiera qué es lo que espero. Nunca lo he visto en mi vida en persona, no lo he tocado,  solo veo fotos, videos, escucho su voz.

Vuelven las promesas, las palabras dulces, el deseo de ambos por una vida juntos, el idealizarnos uno al otro.

Es una historia sin fin.

Mi estado de salud actual me impide viajar a verlo y sus ocupaciones no permiten que sea él quien venga.

Dios sabe que he querido terminar con esta absurda historia mil veces... pero noooooo puedoooooo!!! 

¡Maldita sea! ¡No puedo! Mi voluntad esta mermada. Sigo ganchada de él, es el nuevo objeto de mi dependencia y no puedo soltarlo.

Hace mucho que no voy al grupo de CODE, dejé de ir porque mi "padrino" me empezó a acosar... un día de pronto me dijo que quería tener sexo conmigo y yo salí huyendo, hasta hoy no he vuelto, estoy decepcionada, ¡asqueada!

A veces pienso qué él también está enfermo. No era mi padrino oficial, pero sí una persona que consideraba mi guía, mi ejemplo, pero esa es otra historia.

Hace casi dos meses que no hablaba por teléfono con mi lejano amor, nunca tiene tiempo para mi, cuando no está ocupado en su trabajo está de viaje, o con sus hijos, o jugando futbol, o haciendo negocios.

Siiii ¡esta situación es una tontería! ¡Pero no puedo! Hoy hablé con él, logré que contestara mi llamada y charlamos solo unos minutos. Aquellas conversaciones de horas se acabaron hace mucho tiempo.

Lo que no comprendo es porque si no me quiere... no me deja ir. ¿Será que él también es codependiente? No lo sé. Se supone que yo había encontrado a "mi hombre sano", pero ya no sé si lo es.

Estoy atorada en esta situación. Como un perro caminando en círculos queriendo morderse la cola. Es absurdo y no sé como carajos salir de esto.

Cada que digo que ya ¡¡¡Basta!!! vienen a mi mente las razones por las que lo he esperado tanto y me vuelvo a enamorar, a convencer y me quedo.

No sé cuanto tiempo estaré así. Me siento desesperada, atrapada en la jaula que yo misma me construí.

Hoy la CODE está muy fuerte, estoy enferma física y emocionalmente. Todos los días me repito una y otra vez la oración de la Serenidad pero la mayor parte de las veces ya no le encuentro sentido. Basta con que el hombre me diga "mi alma" y ya puse mi mundo aparte.

Nos hemos estado amando así, a ciegas, a retazos, en partes, a ratitos y no sé si esto es amor, yo confío en él, ¡le he creído todo! No sé si esto es un amor falso, o él es un falso amor.... 

¡Qué miedo! ¡Estoy horrorizada de mi misma! Lo peor es que yo soy mi propio veneno y antídoto.

Solo por hoy no tengo fuerzas para luchar. Hoy estoy llorando como atrapada bajo la lluvia. Aún me falta camino para estar bien de salud, se acerca otra cirugía y debo concentrarme en eso.

No sé qué pasará con este amor a distancia. Este amor virtual que me hizo revivir, sonreír, creer y soñar de nuevo. Por ahora lo entrego a Dios, que se haga su voluntad... y no la mía.

Gracias por leerme.

Soy Paty, codependiente en recuperación.







viernes, 7 de agosto de 2015

Un paso a la vez


"Las mil millas comenzaron con un primer paso". 
Anónimo




De nuevo por aquí, ha pasado ya casi un año desde la última vez que ingresé a este espacio. Mi vida ha ido dando muchos giros, me he tenido que enfrentar a fuertes retos este año.
Hace algunos meses me quedé sin caminar por una vieja lesión a raíz de un accidente y luego de una riesgosa cirugía en mi columna vertebral que casi me cuesta la vida e intensas semanas de rehabilitación hoy puedo decir que camino de nuevo.
Voy paso a paso, despacio, sin prisas. Igual que en mi vida. Sin embargo, esta pausa me ha permitido hacer una introspección dentro de mi. 
Pasar semanas inmovil, literalmente mirando al techo me ayudó a hacer un viaje a mis adentros.
Obviamente al principio fue como caer en un pozo profundo, en un acantilado de noche donde no ves nada de nada, lo único que esperas es sentir el golpe del agua y finalmente ahogarte.
Esas semanas mi panorama era más que negro, sin ninguna expectativa. Dependiendo de todos para todo. Me alimentaban en la boca, usaba pañal, me aseaban en la cama, no me movía por mi misma, una verdadera pesadilla en la que lo único que estaba activo al 100 por ciento era mi cerebro atrapado en un cuerpo débil, frágil, adolorido.
Ver los esfuerzos, sacrificios y angustia de mis padres fue lo que me hizo ponerme de pie de nuevo. 
Me dijeron que tardaría un año en volver al ruedo, sin embargo han pasado 5 meses y ya camino, manejo mi vehículo y estoy regresando a mi trabajo de manera parcial, poco a poco.
El dolor físico que pasé esos meses se unió a un dolor emocional tremendo. La incertidumbre y la derrota, el orgullo herido.
Casualidades de la vida. Justo el día que me operaron llegó al hospital mi ex marido con su radiante y juvenil nueva esposa de 20 añitos, hinchada como un bello globo, lista para dar a luz a su primera hija. Y así fue, mismo hospital, misma sala, solo dos puertas de distancia. Ahí estábamos reunidas, tres mujeres, dos historias: su pasado, su presente y su futuro.  
Situación absolutamente incómoda para la familia suya y mia. Y para mi y no dudo que para él también.
Nunca lo vi, no sabía que estaba ahí, pero una noche oí sus pasos, inconfundibles y muy conocidos. Era de madrugada y lo escuché caminar por el pasillo y detenerse en mi puerta.
Yo pensé que soñaba. Pero él sí estaba ahí. Al día siguiente me enteré. Mi familia no lo dejó acercarse a mi, yo estaba realmente delicada. Solo contemplaron de lejos su felicidad por la llegada de su pequeña y claro... me lo contaron después.
Enterarme que su sueño de ser padre se hizo realidad sin mi... me dolió. Saber que le puso MI nombre unido al que desde que nos conocimos y casamos habíamos elegido para "nuestra hija"... me partió en dos.
No logro comprender hasta ahora si lo hizo por nostalgia, por maldad, a propósito, para lastimarme o nomás porque sí.
Lo que más me confunde es que su joven esposa lo haya permitido. Supongo que ella inocentemente no sabe cómo me llamo yo, su ex mujer y obviamente desconoce que alguna vez "nosotros" visualizamos a "nuestra" nena con ese nombre, pero la mamá era ¡yo! no ella.
En fin. Eso ya pasó y no ha sido más que una raya más al tigre, una piedra más en el camino, otro trago amargo, la cereza del pastel, el punto final.
Después de eso, cuando regresé a casa caí en una profunda depresión. Una tristeza disfrazada en la que no me permití a mi misma llorar ni quejarme. Simplemente dormía horas y horas, me mantenían sedada para evitar que me moviera y más dolor. Y en mis momentos de lucidéz no dejaba que nadie me viera mal, sonreía todo el tiempo y animaba a mis padres, les decía que iba a estar bien y afortunadamente lo estoy logrando.
Ante todos sigo siendo la misma guerrera que no se deja vencer.  La misma mujerzota valiente que ha caído mil veces y siempre se vuelve a levantar. Esta vez lo volví a hacer, pero creo que fue más por orgullo y necedad que por fortaleza.
Pero aquí en mi interior, cuando me quedo sola en mi habitación sigo siendo un animal herido.
Sigo analizando mis tropiezos, padeciendo las consecuencias de mis malas decisiones del pasado, lacerándome psicológicamente por mis errores y tratando de construirme un presente un tanto mejor.
En el futuro ya mejor ni pienso, porque como buena codependiente tiendo a elucubrar y termino imaginando historias fantásticas donde soy infinitamente feliz y plena, pero esa realidad la mera neta nomás no llega, ni siquiera se vislumbra.
En estos dos años he conocido diferentes hombres, he salido con varios, me he dado permiso de intentar pero la verdad de todos no se hace uno.
El problema no son ellos, soy yo. No sé si elevé mis expectativas, si necesito demasiado o simplemente me autosaboteo, la cosa es que termino huyendo en cada intento.
Eso será tema de otro día. Por hoy es suficiente. 
Mi quehacer ahora es solo eso, sostenerme en pie y seguir andando, un paso a la vez, poco a poco sin prisa, pero sin pausa.
Sigo día con día luchando con mi codependencia, mirándonos de frente y dándonos de cachetadas.
A veces creo que soy mi enemiga, pero también mi aliada, mi veneno y mi antídoto. Mi problema y mi solución.
Soy una simple mortal con una vida llena de retos. Ahora me tocó este y pues vamos, adelante... ya qué.
Gracias por volver a leerme.
Paty, codependiente en recuperación.