viernes, 7 de agosto de 2015

Un paso a la vez


"Las mil millas comenzaron con un primer paso". 
Anónimo




De nuevo por aquí, ha pasado ya casi un año desde la última vez que ingresé a este espacio. Mi vida ha ido dando muchos giros, me he tenido que enfrentar a fuertes retos este año.
Hace algunos meses me quedé sin caminar por una vieja lesión a raíz de un accidente y luego de una riesgosa cirugía en mi columna vertebral que casi me cuesta la vida e intensas semanas de rehabilitación hoy puedo decir que camino de nuevo.
Voy paso a paso, despacio, sin prisas. Igual que en mi vida. Sin embargo, esta pausa me ha permitido hacer una introspección dentro de mi. 
Pasar semanas inmovil, literalmente mirando al techo me ayudó a hacer un viaje a mis adentros.
Obviamente al principio fue como caer en un pozo profundo, en un acantilado de noche donde no ves nada de nada, lo único que esperas es sentir el golpe del agua y finalmente ahogarte.
Esas semanas mi panorama era más que negro, sin ninguna expectativa. Dependiendo de todos para todo. Me alimentaban en la boca, usaba pañal, me aseaban en la cama, no me movía por mi misma, una verdadera pesadilla en la que lo único que estaba activo al 100 por ciento era mi cerebro atrapado en un cuerpo débil, frágil, adolorido.
Ver los esfuerzos, sacrificios y angustia de mis padres fue lo que me hizo ponerme de pie de nuevo. 
Me dijeron que tardaría un año en volver al ruedo, sin embargo han pasado 5 meses y ya camino, manejo mi vehículo y estoy regresando a mi trabajo de manera parcial, poco a poco.
El dolor físico que pasé esos meses se unió a un dolor emocional tremendo. La incertidumbre y la derrota, el orgullo herido.
Casualidades de la vida. Justo el día que me operaron llegó al hospital mi ex marido con su radiante y juvenil nueva esposa de 20 añitos, hinchada como un bello globo, lista para dar a luz a su primera hija. Y así fue, mismo hospital, misma sala, solo dos puertas de distancia. Ahí estábamos reunidas, tres mujeres, dos historias: su pasado, su presente y su futuro.  
Situación absolutamente incómoda para la familia suya y mia. Y para mi y no dudo que para él también.
Nunca lo vi, no sabía que estaba ahí, pero una noche oí sus pasos, inconfundibles y muy conocidos. Era de madrugada y lo escuché caminar por el pasillo y detenerse en mi puerta.
Yo pensé que soñaba. Pero él sí estaba ahí. Al día siguiente me enteré. Mi familia no lo dejó acercarse a mi, yo estaba realmente delicada. Solo contemplaron de lejos su felicidad por la llegada de su pequeña y claro... me lo contaron después.
Enterarme que su sueño de ser padre se hizo realidad sin mi... me dolió. Saber que le puso MI nombre unido al que desde que nos conocimos y casamos habíamos elegido para "nuestra hija"... me partió en dos.
No logro comprender hasta ahora si lo hizo por nostalgia, por maldad, a propósito, para lastimarme o nomás porque sí.
Lo que más me confunde es que su joven esposa lo haya permitido. Supongo que ella inocentemente no sabe cómo me llamo yo, su ex mujer y obviamente desconoce que alguna vez "nosotros" visualizamos a "nuestra" nena con ese nombre, pero la mamá era ¡yo! no ella.
En fin. Eso ya pasó y no ha sido más que una raya más al tigre, una piedra más en el camino, otro trago amargo, la cereza del pastel, el punto final.
Después de eso, cuando regresé a casa caí en una profunda depresión. Una tristeza disfrazada en la que no me permití a mi misma llorar ni quejarme. Simplemente dormía horas y horas, me mantenían sedada para evitar que me moviera y más dolor. Y en mis momentos de lucidéz no dejaba que nadie me viera mal, sonreía todo el tiempo y animaba a mis padres, les decía que iba a estar bien y afortunadamente lo estoy logrando.
Ante todos sigo siendo la misma guerrera que no se deja vencer.  La misma mujerzota valiente que ha caído mil veces y siempre se vuelve a levantar. Esta vez lo volví a hacer, pero creo que fue más por orgullo y necedad que por fortaleza.
Pero aquí en mi interior, cuando me quedo sola en mi habitación sigo siendo un animal herido.
Sigo analizando mis tropiezos, padeciendo las consecuencias de mis malas decisiones del pasado, lacerándome psicológicamente por mis errores y tratando de construirme un presente un tanto mejor.
En el futuro ya mejor ni pienso, porque como buena codependiente tiendo a elucubrar y termino imaginando historias fantásticas donde soy infinitamente feliz y plena, pero esa realidad la mera neta nomás no llega, ni siquiera se vislumbra.
En estos dos años he conocido diferentes hombres, he salido con varios, me he dado permiso de intentar pero la verdad de todos no se hace uno.
El problema no son ellos, soy yo. No sé si elevé mis expectativas, si necesito demasiado o simplemente me autosaboteo, la cosa es que termino huyendo en cada intento.
Eso será tema de otro día. Por hoy es suficiente. 
Mi quehacer ahora es solo eso, sostenerme en pie y seguir andando, un paso a la vez, poco a poco sin prisa, pero sin pausa.
Sigo día con día luchando con mi codependencia, mirándonos de frente y dándonos de cachetadas.
A veces creo que soy mi enemiga, pero también mi aliada, mi veneno y mi antídoto. Mi problema y mi solución.
Soy una simple mortal con una vida llena de retos. Ahora me tocó este y pues vamos, adelante... ya qué.
Gracias por volver a leerme.
Paty, codependiente en recuperación.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario