lunes, 29 de septiembre de 2014

Una boda inesperada...


"Dejar ir" no es lamentar el pasado, sino crecer y vivir para el futuro.  (Louise Ley, terapeuta y Escritora). 


Noche de lunes. Usualmente los lunes procuro dormir temprano. Al ser inicio de semana aún estoy agotada por actividades del sábado y domingo, pero debo estar lista para arrancar mi semana al 100 por ciento el martes ya con una planeación y más fuerza.


El pasado lunes por la tarde, recogí finalmente el Acta certificada de mi Divorcio. El año pasado se realizó todo el proceso y se supone que mi ex marido haría ese trámite, ese fue el acuerdo. Ese día fui por mi copia y me dijeron que el trámite no estaba hecho, por lo que hice el pago correspondiente que fue mucho más de lo que yo pensaba, pero quedó finiquitado el caso. Me declararon civilmente divorciada.

Desde que recibí el acta tuve un amargo sabor en la boca. Aunque hace más de un año que no veo a mi ex marido ni siquiera de lejos, ver ese documento me hizo ver de cara mi realidad. Todo el día tuve una sensación de tristeza, de reflexión sobre lo ganado y lo perdido.

Por la noche, cuando me disponía a dormir temprano como todos los lunes, eran apenas las 21:00 horas. Estaba por apagar mi celular cuando vi que tenía una "solicitud de amistad" en mi red social. Al abrirla era una tal "Lupita", hace semanas que esa persona me enviaba solicitudes y al no identificarla las desechaba.

Sin embargo, esta vez la solicitud venía acompañada de un "inbox" donde se identificaba como ex compañera de trabajo mía y me pedía la aceptara porque quería contarme algo.

Y sí, la curiosidad mató al gato.

Acepté y cuando por fin luego de varias referencias ubiqué a la tal "Lupita", me di cuenta que era la clásica chismosa de la oficina, una mujer con la que mi ex marido y yo trabajamos cuando nos conocimos, fuimos novios y nos casamos.

Ella morbosamente siempre andaba ahí conociendo todo y divulgando, de hecho ella fue quien hizo que nuestro secreto romance fuera conocido por todos luego de meses de llevarlo discretamente porque éramos compañeros de trabajo.

Pues "Lupita" esta vez, me buscó para constatar que nos habíamos divorciado. Le dije que así era y quiso saber detalles. Yo me salí por la tangente y no evité caer en sus cuestionamientos.

Al ver que no diría nada y que estaba empezando a "cortarla" porque me iba a ir a dormir, me dijo: "Ay! amiga... es que fíjate que hace días me invitaron a la boda de una amiga y yo no conocía a su novio y resulta que al llegar, pues... era tu esposo".

Pues sí, resulta que mi ex marido se casó hace un par de semanas.

Hace 15 meses firmamos el divorcio y él ya contrajo nupcias de nuevo. Esta vez con una muchacha de apenas 19 años y que por cierto... está embarazada.

Según "Lupita", se conocieron apenas hace 4 meses y el embarazo se dio de inmediato. La noticia de la boda me cayó pesada... pero lo del bebé, fue un balde de agua fría.

No pude evitar sentir un golpe en la boca del estómago. Sentimientos encontrados vinieron a mi mente, sentí indignación, se me estrujó el corazón. Tener un hijo era nuestro más grande anhelo desde que nos casamos, pero nunca se dio.

Actualmente yo no puedo tener hijos. Hace dos años, meses antes del divorcio, me quitaron mi matriz por un problema de cáncer, poco después de ésto él me abandonó. Saber que él sí será padre me dolió en el alma, me dolió demasiado porque él me hizo mucho daño y todavía Dios lo premia.

Al enterarme me quedé en shock. No lograba asimilar lo que estaba leyendo. No podía respirar. Tuve que salir de la habitación, sentía que necesitaba aire. Hacía mucho frío y salí descalza al patio a tomar aire. 

Vivo con mis padres y sentí una imperiosa necesidad de llorar, de gritar, de salir corriendo. Solo atiné subir la escalera hacia la azotea. Ahí en medio de la noche, con el frío que me calaba hasta los huesos, vi la luna y lloré.

Lloré de rabia... de despecho.

Me volví a enojar con Dios, con la vida, con la humanidad. "Lupita", todavía me hizo el enorme "favor" (sin que yo lo pidiera por supuesto) de enviarme fotografías de la boda, donde ahí un hombre con muchos más kilos de como lo dejé, ya que entonces estaba casi en los huesos perdido totalmente en sus vicios, era todo sonrisas.

Un hombre radiante, pleno, rasurado, aseado, vestido con corbata y abrazando a su flamante noviecita. Una niña de un rancho que no tengo la menor idea dónde la conoció. "Lupita" me envió también capturas de pantalla del Facebook de él donde decía que ella era el amor de su vida, que ella venía a cumplir todos sus sueños y bla bla bla.

Como si yo nunca hubiera existido.

Como si yo no le hubiera dedicado 13 años de mi vida.

Como si yo hubiera muerto.

Fue demasiada información para mi lastimado corazón.

Me quedé ahí tirada, en el techo. Viendo la luna y llorando como tonta, sin saber porqué.
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Solo sabía que tenía un dolor gigantesco atravesándome el alma. Mi orgullo herido. Saber que será papá, que está tan feliz mientras yo sigo sin levantar cabeza, me hizo caer de nuevo en un pozo profundo.

Yo no sabía qué contestarle a "Lupe", solo fingí que ya estaba enterada y que no necesitaba esa información porque "no me interesaba", que yo estaba ahora enfocada en otras cosas en mi vida, gracias y Bye. (Le di bloqueo de inmediato).

Pero me quedé ahí por horas, llorando mirando al cielo y con el frío que me congelaba las lágrimas.

Finalmente bajé. Casi amanecía y fui a darme una ducha con agua muy caliente. Cuando iba a quitarme la ropa me di cuenta que tenía puesta una de sus camisetas que no tiré. 

Esas playeras con las que inconscientemente me he dormido durante todo este tiempo. Luego de la ducha me arropé y me recosté en mi cama, ahí donde todavía está su almohada.

Esa noche no dormí. Vi que eran casi las 6:00 am y me levanté a arreglarme para ir a trabajar. Mis ojos eran un par de pelotas inflamadísimas que casi no podía abrir, no soporté los pupilentes y tuve que ponerme las gafas que tanto odio.

No tuve ánimos ni de maquillarme ni vestirme bien. Llegué a la oficina y obviamente todo mundo notó mi desaliñada presencia.

Como todos los días nadie me saludó. Esta vez... yo tampoco lo hice.

Sólo pasé como un fantasma en medio de todos. Noté sus miradas pero no me detuve. Escuché un murmullo que alguien dijo que parecía enferma. Me encerré en mi oficina y traté de concentrarme.

El día se me hizo eterno. Quien me veía preguntaba si estaba enferma y cada que lo hacían se me hacía un nudo en la garganta y me daban ganas de llorar. Yo sólo atinaba a decir que tenía gripe para eludir más preguntas.

Al recordar a la nueva esposa de mi ex marido me sentí tan vieja, en una sola noche sentí que envejecí todo lo que no había envejecido en años. Vi frente a frente mis casi 40 años, aunque él tiene casi la misma edad que yo, ahora se veía rejuvenecido y más que feliz.

Enterarme que por fin tiene un trabajo estable, que está haciendo por ella todo lo que no quiso hacer por mi, me llenaba de coraje, dolor, despecho, indignación.

Después de todo lo que yo hice por él y para él. Luego de serle tan leal, tan fiel. De mantenerlo en todos los sentidos durante años. De haberle perdonado su maldita adicción al juego. De que perdiera nuestra casa y que me mintiera una y otra vez.

Luego reflexioné y me di cuenta que a pesar de su nueva imagen, sigue siendo el mismo mentiroso. Simplemente porque se casó, cuando aún nuestro proceso no estaba finiquitado.

No me quise quedar con la duda, y pregunté a un abogado. Al parecer él se casó presentándose como "soltero" y no como divorciado, por eso pudo consumar su unión. Por unos días incurrió en bigamia. 

Sin embargo, al tramitar yo el Acta de Divorcio porque pretendo tramitar mi Visa el caso ya quedó cerrado, aunque no sé qué pasaría si yo denunciara, tal vez su matrimonio no tendría validez y él tendría que volver a casarse.

Recordé también que durante años nunca logré embarazarme y que él se enojaba porque le hacían exámenes para conocer sobre su situación de fertilidad. Cuando él ya se había marchado, una tarde encontré uno de esos exámenes que le hicieron, el más reciente.

Fue cuando yo estaba enferma luchando por conservar mi matriz y que me hicieron tres intervenciones quirúrgicas en cuatro meses. El médico le pidió hacerse esos exámenes para saber si valía la pena o no seguir luchando, y él nunca me los entregó. Me dijo que se le habían perdido y nunca los vimos.

Gané la batalla al cáncer pero perdí mi matriz. Luego vino la separación y finalmente el divorcio. Una tarde encontré por casualidad unos resultados de sus análisis escondidos en una carpeta y revelaban que él tenía problemas y por eso yo nunca me embaracé.

Él no tuvo jamás el valor para decírmelo. Cuando finalmente lo vi en persona, luego de 4 meses de ausencia se lo reproché pero él solo me miraba con los ojos muy abiertos, nunca me dio una explicación y sólo me dejó ir.

Ahora no me explico cómo es que va a ser papá con una chica a la que conoció de manera tan repentina. No sé si él se sometió a algún tratamiento, o si todo esto es una farsa.

Lo único que es real es que ahora él tiene "una familia". La que siempre soñó.

Y yo... sigo sola.

Repentinamente siento que caí como en un espiral adentro de un oscuro pozo. Pasé días muy duros, muchas lágrimas, muchos silencios. El miércoles fui a mi sesión de codependientes y expuse mi caso en el compartir.

Sacarlo, escucharme a mi misma me dio valor. Me hizo sentir mejor escupir mi veneno. Cuando lo compartí no pude evitar llorar de dolor y vi cómo algunos compañeros y compañeras conmovidos lloraron conmigo y me escucharon hasta que logré desahogarme.

Al final de la sesión me llenaron de abrazos y de palabras de ánimo.

Logré sentirme mejor. Al día siguiente ya me arreglé un poco y decidí aceptar que la vida sigue, que ese hombre ya no pertenece a mi mundo y debo dejarlo ir.

No puedo permitir que sentimientos tan dolorosos y negativos me hagan dar pasos atrás en mi recuperación. Hoy más que nunca tengo interés en retomar los 12 Pasos del Programa de Codependientes, retomarlos desde el Paso #1 (Admitimos que nos sentíamos impotentes con los demás y que habíamos perdido el control de nuestras vidas).

Debo fortalecer los Pasos 2 y 3:
#2. Llegamos a la conclusión de que un Poder Superior a nosotros mismos podía devolvernos al sano juicio.
#3. Decidimos poner nuestra voluntad y nuestras vidas en manos de Dios o nuestro Poder Superior, tal como cada uno de nosotros lo concibe.

Y clavarme de lleno en los Pasos 4 y 5:
#4. Hicimos una búsqueda y un minucioso inventario moral de nosotros mismos sin miedo.
#5. Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros errores.

Tengo que repetirme una y otra vez la Oración de la Serenidad, no faltar a mis sesiones de compartir y seguir adelante con los ojos puestos en mi. Analizando mis sentimientos, no quiero caer más en depresión. 

Tengo que tener voluntad para asimilar ésto y salir adelante... porque nadie lo hará por mi.

Sólo por hoy pondré todo mi esfuerzo en mi y para mi.

Gracias por leer mi historia.

Soy Paty, codependiente en recuperación.





























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